jueves, 25 de febrero de 2016

O jugamos todos...

Me parece absurdo el que estemos pendientes, una vez más en la historia, de que los descendientes de Drake sigan pirateando impunemente a diestro y siniestro. Siguen imponiendo la agenda del resto de Europa y ponen condiciones para seguir en la Unión, esto es, solo se apuntan a los beneficios y no quieren responsabilidades. Y lo que me parece más absurdo es que encima les estemos dando mimitos para que en el referendum salga que se queden. Vale que sigan con sus medidas, con el volante a la derecha, con la libra y con el té a las cinco, pero esto de ahora es mucho morro y supone piratear a la cara a los estados socios y a los trabajadores europeos, o sea, que se vayan de una vez y les aplicamos a ellos lo que quieren hacer con los demás. Por otra parte, se está viendo que otros estados se dieron mucha prisa para que fueran admitidos en la Unión, pero ahora que vienen mal dadas, porque hay que asumir un problema grave entre todos, se tiran con el tren en marcha: que si vallas, muros, restricciones y, lo último, otro referendum en Hungría para lavarse las manos porque la gente dice que en mi casa mando yo.

Calais
El problema de todo esto no es, a mi entender, el que esté pasando, sino que se están abriendo unas puertas que no se sabe, pero sí se puede barruntar, a dónde van a conducir. Lo más fácil será que en la medida que se vaya concediendo excepciones o privilegios a los diversos estados, van acabar haciendo todos de su capa un sayo, comenzando por los que llevan la voz cantante: "yo también quiero lo del UK", "yo no quiero más refugiados".... O sea, que mucho parlamento, muchas reuniones de ministros, de presidentes pero veo que al final lo único que nos va a mantener unidos a Europa será la eterna deuda. Eso sí, a la hora de hacer ajustes y recortes ni referendos ni gaitas, troika y tente tieso. Y la democracia ante todo, solo que si se nos ocurre votar a aquellos que no les gusta, se pueden enfadar y nos plantan unos tecnócratas que sepan hacer bien las cuentas, porque somos unos ignorantes o insensatos que juegan alegremente con las cosas de comer. Así que claro, se empieza a hablar del peligro de la deconstrucción de la constitución europea, y yo añadiría que también puede ser que se está dando un proceso de desenmascaramiento, en el que se va viendo el rostro real de cada cual, que estaba oculto tras los discursos y las declaraciones solemnes.

En mis breves incursiones laborales por Europa, tuve que mantener encuentros y asambleas decisorias con representantes de otros grupos europeos. Me quedé con la sensación de que lo que iba a misa no era lo que se hablaba en público sino lo que se cocía debajo de la mesa de los más interesados. Todos eran muy educados o asentían amablemente, pero cuando salían los resultados de las votaciones resultaba que no te habías enterado de nada. A través del tiempo transcurrido desde que entramos en la Unión, me he podido percatar de que esas impresiones de cinismo y de amarrar por la espalda siguen siendo el santo y seña de los que cortan el bacalao en este sarao europeo.
Sin  embargo, no tengo por qué reducir el concepto o el futuro de Europa a lo que marcan  un colectivo de dirigentes retrógrados y vendidos al mercado. Más bien quiero quedarme con lo que para mi representa la unidad real: la ciudadanía organizada en movimientos sociales, sindicales o en los miles de voluntarios que se ofrecen para acoger refugiados, emigrantes o para sacar con vida a los que se están ahogando en el pozo de las medidas económicas impuestas al pueblo llano.

lunes, 22 de febrero de 2016

Días de monte 23

Después de varios sábados frustrados por el tiempo o por los inaplazables compromisos familiares, este pasado sábado nos hemos podido librar Juanjo y yo de los hados adversos que nos han tenido alejados de la montaña. El día estaba magnífico había nevado en abundancia durante la semana y luego había hecho raso, por lo que suponíamos que nos íbamos a encontrar con nieve dura a primera hora. Debidamente pertrechados nos encaminamos a Llonguéroz, un pueblo perdido en las estribaciones de Sierra Salvada del valle de Losa -a propósito, famoso por sus quesos. Los dos coincidimos, nada más arrancar el coche a las 7:45, en preguntarnos cómo nos íbamos a encontrar la carretera con la helada que había caído. Tuvimos suerte, a pesar de la escarchada la carretera estaba sin placas, incluso en el puerto, porque hacía varios días que no había llovido. Tras el despiste de rigor y la escasa o nula información de los carteles viarios, logramos dar con el pueblo. Aquí sí que tuvimos que sortear varias placas de hielo al entrar, en medio de una sinfonía de validos y de ladridos.

Como habíamos supuesto teníamos nieve y hielo nada más echar pie a tierra. Seguimos las indicaciones de la guía y encontramos enseguida la pista de tractores que debíamos seguir. Al principio se veía fácilmente porque estaba bastante pisada, pero, en la medida en que nos alejábamos del pueblo, no las teníamos todas con nosotros porque con la capa de nieve que había tendríamos que orientarnos a ojo de buen cubero. Fuimos siguiendo unas roderas que parecían de kart que, providencialmente, no estaban marcando el camino. A poco de comenzar me calé mi última adquisición: unas cadenas para las botas. Ya las había probado en la bajada del Eretza el miércoles pasado, pero esta vez me han acompañado todo el recorrido y tengo que reconocer que me vinieron de maravilla.

Fue la típica subida tendida y larga, y lógicamente nos la teníamos que tomar con calma porque no se anda igual con nieve. Cuando se acabaron las roderas ya pudimos orientarnos bien y al poco llegamos a la primera cumbre que nos habíamos propuesto: Mojón Alto, donde nos sacamos las fotos de rigor para dar fe de nuestro paso. Teníamos en el programa subir también a El Somo, pero vista la distancia resultaba que el tiempo previsto en el programa se nos quedaba corto porque íbamos a tardar bastante más de lo marcado. Así que estuvimos andando disfrutando del paisaje hasta que se nos hizo la hora y después del bocata en el único sitio en el que se podía asentar el culo nos dimos la vuelta. Al entrar en el pueblo vimos una casa con el cartel de Quesería. En la puerta rezaba una nota que advertía que hasta abril no se vendían quesos. Unos artesanos auténticos por lo que se ve.

Con todos esos ingredientes disfrutamos de una gozada de mañana. Un sol radiante que resaltaba más el manto de nieve y, curiosamente, acabamos teniendo calor aunque pisábamos nieve helada. Aún hoy me estoy dando crema en la clava y en la cara por la machacada solar que me llevé. A mí me resultó sorprendente contemplar el paisaje de la Sierra Salvada desde las lomas de la parte sur, ya que siempre hemos subido desde los farallones que dan Euskadi. Estábamos un tanto desorientados, hasta que a fuerza de identificar las cumbres que se divisaban nos pudimos situar. Una vez más, la montaña resulta ser como la vida  misma. En cuanto se cambia de perspectiva o  se mira desde otro ángulo, cualquier situación o cualquier persona, por muy familiar que nos parezca, nos aparece desconocida o, al menos, desconcertante.
Hace falta fijarse en las referencias que les rodean para poder identificarlas o entenderlas antes de dar algún paso en falso o de arriesgarse a emitir algún juicio rápido. También se me ocurre otro reflejo de la vida, al menos de la mía, en esta salida. Es conveniente, a veces imprescindible, contar en los principios con la huellas de alguien que ha ido por delante para ir haciendo nuestro camino o formando nuestra personalidad. Pero siempre llega el momento en que esas huellas desaparecen, o ya no nos resultan suficientes, y entonces es cuando nos toca arriesgar y seguir creando nuestro propio camino. Quién sabe si alguien por detrás lo podrá aprovechar. Aquí algunas fotos más.