Las generaciones jóvenes no sabrían responder, en gran parte, qué significan las siglas FSLN. Y si les decimos cuáles son las palabras ocultas en esas iniciales, Frente Sandinista de Liberación Nacional, estaríamos en las mismas. Tendríamos que empezar por decir que se trata de Nicaragua. Puede que algunos conectasen con las noticias que se cuelan de refilón en los diversos programas informativos sobre ese país. Ya van más de 300 muertos en las protestas callejeras contra el gobierno y pidiendo la dimisión de su presidente. Por lo que se ve, éste parece todo un autócrata que le importa un bledo los que caigan con tal de seguir en el sillón de mando. Lo peor del asunto es que ese sillón está asentado sobre esas siglas, con lo que se puede ver, sin necesidad de ser un analista, que no tiene nada que ver su significado con lo que está haciendo ese gobierno.

Para entonces, ya el grupo de dirigentes se había dispersado por desavenencias con la línea de Ortega. Éste con sus fieles se ha afincado en el poder y está llevando al país a la ruina y, según algunos, a una guerra civil. No se comprende las masacres de la policía y de las bandas paramilitares que campan a sus anchas. Se han atrevido, incluso, a liarse a mamporros con una delegación de mediación encabezada por obispos. Ortega dice que los manifestantes son golpistas ¿Se acuerda de que Somoza dijo lo mismo de él? ¿Tendrá que repetirse la historia? Me temo que esta vez no va a haber un ejército ni ningún frente que le eche de la poltrona, por lo que seguirán cayendo impunemente manifestantes.
Me duele Nicaragua. Parece que le persigue una maldición que no le deja encontrar su propio progreso. Me duele también, y me decepciona, contemplar de nuevo cómo movimientos populares, que fueron capaces de revertir tiranías, se convierten, por diversos caminos, en poderes absolutos tan crueles y tan autistas con las necesidades de su gente, como los que derrocaron.