jueves, 18 de diciembre de 2008

ROSA SUPER STAR


En los años en que Rosa Díez accedió al Gobierno Vasco como consejera -no me acuerdo de qué- estaba yo trabajando con los Traperos de Emaús y teníamos contratada la recogida de enseres con la Mancomunidad de las Encartaciones. Un día nos tocó vaciar un tercer piso -sin ascensor- en Sodupe. Las cotillas de la escalera se encargaron de informarnos, mientras fisgaban lo que sacábamos, que se trataba de la casa de Rosa. Según ellas ya se había comprado un piso de lujo en el antiguo palacete indiano restaurado del incendio que nuestros antecesores traperos produjeron en su día. Una de mis manías en las recogidas era observar los libros. Aquí me encontré en medio de diversos temas izquierdosos y feministas, el libro de cabecera de muchos rojeras y progres: Marta Hannecker.


La he visto ahora en el parlamento herigiéndose en inquisidora implacable de abertzales y etarras y haciendo, de paso, el caldo gordo al PP o intentando segar la hierba a los pies de sus antiguos compañeros de viaje, que nunca se sabe. Quién te ha visto y quién te ve. Puede que haya algo en común entre la de antes y la de ahora, sólo que es el tiempo el que se encarga de clarificar los transfondos de las cosas. A través de los años hemos podido ver que lo que primaba en ella, ante todo y sobre todo, era la necesidad de protagonismo. En cuanto tuvo que pasar a un segundo plano, se las arregló para resurgir aclamada por un colectivo de admiradores incondicionales que la auparon hasta el parlamento. Ahora aparece ella con todas sus galas rindiendo a la derechona a sus pies. ¡Qué momento!


Hay políticos que tienen más vocación de vedetes que de servidores de la gestión pública. La ideología de las listas en que aparezcan, los problemas ciudadanos que prometen resolver, resultan ser alaracas y puro maquillaje, que tarde o temprano acaban por desvanecerse dejándo bien a las claras de qué van. Son como los que estudiaron magisterio porque había que hacer algo y luego los alumnos les importan un bledo, o los que hicieron ingeniero en diez años porque había que heredar la empresa de papá y acabaron arruinándola o los que se hicieron funcionarios para acartonarse pegados a una poltrona sin pensar en el ciudadano que les mantiene... Personajes de este tipo son un cáncer de la política que no anda sobrada de prestigio ante los ciudadanos. Y es que "la política sin teología es un negocio" como cita Leonardo Boff en una de sus columnas a Horkheimer, un pensador marxista-materialista.




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