jueves, 27 de noviembre de 2008

Lo que mal empieza... suele acabar peor

(Imagen sacada de la web de Diputación de Bizkaia, Acción Social)
Me llama Elena y me comenta que Diputación insiste en solicitar, si no imponer, un programa complementario para ES, esta vez en Salesianas. También me llama Yosu alarmado por la que les puede venir encima. Es increíble a dónde se puede llegar para encubrir las chapuzas que se han hecho antes.

Se empieza por no considerar "caso" un caos familiar que se denuncia desde los servicios sociales de base y desde el colegio de primaria. Hay unas abuelas que no pueden permitir dejar a su nieto por ahí. Claro que el invento dura muy poco porque el chiquillo les pasa por encima a las abuelas, a las maestras y a todo el que se ponga por delante. Tiene también dónde aprender con sus tíos y no precisamente el amor al trabajo. Llega un momento en el que no queda más remedio que asumir el caso y llevarle a un hogar. Pero al poco tiempo aparece el padre que no se sabe de dónde sale y dice que qué hace su hijo ahí, que se lo lleva y van y se lo dejan llevar.

O sea que el chaval pierde hasta la escolarización. De nuevo a empezar, el padre lo devuelve y Dipu se lo pone en casita a la abuela que cómo va a decir que no. Si antes no podía con él, ahora... está más tiempo con alguno de sus tíos en el inveterado negocio de la familia paterna.De paso se inventan que tiene que ir a un programa complementario porque cómo va a estar el chiquillo sin escolarizar.

El niño pide Lutxana y tiene que ser así porque eso le motiva. Y yo les digo que lo que le motiva es estar con toda su tropa y abrir "nuevos mercados". Lo que se demostró luego que le tuvieron que echar por estar vendiendo costo en el recreo. Y finalmente como anda suelto por ahí el juez le amenaza -uy qué miedo- a que esté escolarizado si no quiere que haga otras cosas. En un juez de menores es normal que se recurra a medidas así pero ¿no hay nadie que le diga que eso es como quien tiene tos y se arrasca la nariz?

Se sigue intentando colocar el "paquete" en algún sitio para justificar que se está actuando. Se le puso una educadora que le veía cuando podía y cuando E se dejaba, ¿a eso se le puede llamar medida? Me duele en el alma ver a E como un perrito callejero, desorientado, o peor, orientado a su propia destrucción y cada vez más deprisa. Me duelen todas estas víctimas de padres, de abuelos y de familiares desaprensivos o fascinerosos que se ven abocadas a repetir sus roles sólo que en peor. Me revuelve las tripas ver que se cometen los mismos errores y las mismas dejaciones y se siguen tapando con parches y esperando a que pasen de largo para decir que ya no nos corresponden.

E no es en sí un mal tipo, le tengo un gran aprecio. Es un manojo de energías desatadas y descontroladas que le llevan inexorablemente a su propia destrucción. No sé si nos queda algo que hacer para remediar esto o esperar que llegue al fondo del pozo e intentar que se dé cuenta que solamente le queda subir. Lo que está claro es que no pinta nada en un aula por muy especial que sea ni en un hogar abierto, ni, por supuesto, suelto por la calle haciendo fechorías y trapicheando como hace ahora.

Lo más triste de nuestra labor es, en casos como éste, ver que solamente nos queda hacer de notarios. Lo vemos venir porque los reponsables últimos han hecho muchas dejaciones de este estilo y, al final, no nos queda otra que levantar acta y quedarnos con las tripas revueltas por la impotencia. Como dice Castanedo, le llevaremos algo de tabaco y algún que otro bocata a Basauri.

domingo, 23 de noviembre de 2008

EL DERECHO A TENER ADULTOS EDUCADORES


En el día de los derechos del niño se ha subrayado el derecho a la educación. Más allá de la educación en el sentido de enseñanza que daba a entender el cartel anunciado de este año, creo que hay que exigir este derecho no solamente a los poderes públicos que garantizan la enseñanza y las atenciones a la infancia, sino a todos los adultos en general. La educación se hace por ósmosis no por transmisión oral o escrita. Los jóvenes de hoy tienen más información que nunca y sus comportamientos cívicos, su cuidado del medio, sus costumbres alimentarias, su compromiso en las relaciones... dejan mucho que desear. El problema, más que "hay que ver cómo son", resulta ser "hay que ver cómo los hemos hecho". Porque desde que el hombre es un ser social aprendemos lo que vemos, lo que nos transmite el lenguaje corporal de los que van por delante. Este es el principal derecho a la educación que creo que hay que reclamar a todos los adultos que formamos la sociedad Aquí es donde veo la mayor carencia educativa.

En mi trabajo nos tenemos que hacer frente a casos de adolescentes con absentismo escolar y asistencia irregular o comportamientos disruptivos. Cuando llamamos la atención a las familias hay una respuesta mayoritaria: que no se puede con los hijos. Lógicamente cuando es tarde para imponerse hay que reconocer que no se puede hacer nada. La pregunta es qué se ha dejado de hacer antes. Son cada vez más las profesoras de educación infantil que llaman la atención sobre el número creciente de niños tiranos que llegan a la escuela.

La educación es un compromiso irrenunciable para todos los adultos pero es exigente y como tal es fácil caer en la tentación de mirar para otra parte y pensar que los hijos se educan solos o lo hacen el gobierno, la Iglesia, los profesores, los monitores... Es muy cómodo también quejarse de las gamberradas, los destrozos, los botellones, las agresiones... pero cuando las estamos viendo no nos damos por aludidos, para eso está la policía, los vigilantes o "fíjate que mal educados están, no sé a dónde vamos a ir a parar".