martes, 7 de mayo de 2013

Siempre es pronto para decir "imposible"

No levantó la vista ni siquiera cuando me presenté.  Apenas pude verle la cara porque no levantaba la vista del suelo y dejaba car sobre el rostro su abundante y desmelenada cabellera negra, mal sujeta con una diadema entre infantil y hortera, un tanto impropia para sus casi 15 años y acorde a su aspecto desaliñado. Se había negado a ir a clase y después de una semana de ausencia el director del centro llamó a la madre dándole un ultimatum. Ante esto la madre había llevado casi a rastras a su hija y ahí estaba ella sentada en el despacho del jefe de estudios, sin querer entrar en clase y superenfadada con todo el mundo mundial. Estuve con la orientadora para otros asuntos y, de paso, pedí entrevistarme con ella porque estaba al tanto de la situación, pero la entrevista se redujo a un monólogo con el que simplemente intenté provocar alguna reacción. Sólo conseguí que me contestara con algún movimiento de cabeza en plan afirmativo, algo es algo. La orientadora estaba un tanto cortada ante el plante de la muchacha porque pensaba que me lo iba a tomar como un desprecio. Me acompañó hasta la salida del centro casi pidiéndome disculpas y, entre otras lamentaciones, soltó la frase fatídica "no tiene ya remedio".

Iros todos a la ...
No sé si lo dijo como para descargarme de la supuesta frustración que me llevaba o para consolarme queriendo decir hasta aquí hemos llegado y no hay nada más que hacer. Por supuesto que yo tenía muy claro que a la moza no faltarían  graves motivos para haber llegado a esa situación, por lo que, aunque su monumental y adolescencial cabreo nos fastidie, yo, ante todo, lo respeté. De entrada ni le eché ningún discurso, ni ningún reproche, simplemente le dejé caer un par de cosas que le podían interesar y que percibiese que allí había alguien que, para bien o para mal, se interesaba por ella. Punto. En este contexto considero que esos movimientos de cabeza fueron ya un pequeño paso. Claro está, que en el resto de mi jornada me dediqué a reclamar recursos para ver por dónde podíamos abordar el caso mejor, pero ya contaba con que el anzuelo estaba echado.

Es la solución más fácil, sentenciar que algo es imposible y, a continuación, sacar la bola de cristal y augurar un desastre anunciado. Claro que el caso es grave y que se va a necesitar de bastantes recursos para evitar la desgracia de esta adolescente rota o maltratada por la vida y frenar el previsible desastre de su futuro. Lo más seguro es que, de entrada, se vaya a cerrar más en banda y que, encima, no quiera aceptar las ayudas que se le ofrezcan. Sin embargo, esto no justifica de ninguna de las maneras el tirar la toalla ante su bloqueo, ni mucho menos hacerla responsable de su fracaso. No queda otra que seguir a su lado, que perciba que alguien está preocupado por ella. A partir de aquí es cuando puede ir asimilando algo, probablemente sin que nos demos cuenta, y ahí está la clave aunque no se consiga todo lo que se espera de ella. En estos momentos su camino  deambula por una cuerda floja agitada de pulsiones y altibajos, y son algunos de esos "algo", con los que se haya quedado, los que en un momento dado le van a dar fuerzas para que su vida comience a transitar por el lado de tierra firme y no se incline hacia el precipicio. Nunca podremos saber cuándo va a llegar ese momento y, si hemos dado el caso por imposible, tendremos muchas bazas para acertar en el pronóstico del desastre, pero, a la vez, habremos sido en algún grado cómplices del mismo.