miércoles, 24 de abril de 2013

Ya vale de huelgas

Parece que los sindicatos nacionalistas están calentando motores para una nueva huelga general. Supongo que todas las razones que aducen para emprenderla pueden ser razonables. La necesidad de parar el desmantelamiento de los servicios públicos de toda índole, la necesidad de atender a la población que se sume en la pobreza, el problema de los desahucios, la desaparición de los convenios colectivos... Claro que no sé por qué algunos sindicatos tiene una receta única ante todos estos problemas. Los meten en el mismo saco y les aplican la huelga general como medicina infalible. Creo que la historia y los acontecimientos más recientes, en lo que se refiere a la contestación de la calle, dejan ver bien a las claras que, ante una problemática nueva y ante un sentido de la ciudadanía muy distinto del que dio a luz a los sindicatos, es preciso poner en marcha iniciativas nuevas de contestación y concretas, según las características de cada problema y de la población afectada por el mismo. Supongo que no llamarán a la huelga a la multitud de parados y paradas que pueblan el país. Se me antoja que esta medicina de las huelgas generales es como si ahora volviésemos a las prácticas de los galenos medievales, que pretendían arreglar todo con sangrías, con lo que acababan por rematar al enfermo.

Me parece lógico que haya una respuesta obrera ante los abusos de las mal llamadas reformas laborales que se van a cargar, entre otras cosas, los convenios colectivos. De todos modos, sigo sin entender que la primera y la única iniciativa que esos sindicatos plantean sea la huelga general, eso sí, desde sus despachos. Parece que no se han dado cuenta que en la calle y en la red bullen iniciativas de ciudadanos afectados o de plataformas solidarias. Esas nuevas iniciativas y movilizaciones van más allá de ser algo puntual o, como muchos bienpensantes decretan, se reducen a estallidos de la mala leche que se está generando pero sin ninguna consecuencia positiva. Es preciso leer en ellas que algo nuevo se está generando dentro de la sociedad. Puede que en un principio parezcan totalmente insuficientes para influir en la mejora de la situación social, pero en el fondo nos están diciendo que ahora hay que propiciar y conseguir ante todo la participación activa de la ciudadanía, que necesitamos desarrollar esos movimientos para generar respuestas acordes a estos tiempos y a los cambios sociales que se han producido en tan poco tiempo. Porque, a la vista está,  repitiendo lo de siempre no se ha conseguido nada y, tal como se están poniendo las cosas, se va a conseguir menos de ahora en adelante.

domingo, 21 de abril de 2013

Aunque sea difícil de creer, hay gente sin entrañas

Este invierno en Quintanilla.
Detrás del pino está su casa
Mª - no es su nombre, claro- es una anciana nonagenaria que ha estado viviendo sola en un caserón desde hace muchos años. Es una de esas mujeres de pueblo que son todo fibra y que no han hecho otra cosa en su vida que trabajar y parir hijos. Siempre ha sido una mujer respetada y admirada por los vecinos del entorno porque era capaz de valerse por sí misma, dado que sus familiares iban de vez en cuando a ver qué pasaba. Lógicamente el paso de los años no perdona y los inviernos en los pueblos del norte son tan duros que cambian una letra fatídica, convirtiéndose en infiernos y no por el calor precisamente. Esta señora los pasaba sola, contando con la ayuda de las pocas vecinas del entorno. Llegó un momento en que ya no pudo más. Tras un largo período en que no se la veía acudieron las vecinas a verla y se la encontraron postrada en la cama sin poder levantarse y, por tanto, con la casa helada y sin comida. Tuvieron que atenderla, llamar a urgencias y a los servicios sociales. Estos avisaron a los hijos y dadas las circunstancias y la extrema gravedad de la salud de Mª, la solución estaba cantada: una residencia.

La semana pasada estuvimos en el pueblo y sentí el ruido de una desbrozadora que salía de la casa de Mª. Como me pillaba de paso observé que las ventanas estaban abiertas y me fijé en la gente que andaba entrando y saliendo, pero no conocí a nadie. Supuse que ya se habría vendido o alquilado, cosa que me pareció rara en esta época de crisis. Picado por la curiosidad y porque tenía en gran estima a la dueña, pregunté a una vecina de las que viven habitualmente allí sobre la identidad de aquella gente. Resulta que eran los hijos y otros familiares. Ahora sí mantienen la casa oreada y limpia y quitan habitualmente las zarzas, siegan la hierba, podan... Lo que hay que ver. Esta buena mujer tenía que buscar entre los vecinos a alguno que pudiera arreglarle el terrenito de delante de la casa y dependía de las vecinas para muchas compras y para que le ayudasen algo en la limpieza. Su familia la tuvo abandonada y ahora caen sobre la herencia como bandada de buitres a preparar la casa para repartirse el botín cunado Mª muera.

Me temo que habrá más casos de éstos, pero como éste me ha pillado cerca lo he sentido de una forma especial. No alcanzo a entender que haya seres humanos de semejante catadura, capaces de tener abandonada a una madre hasta el extremo de atenderla solo cuando las circunstancias han llegado al límite y cuando son los servicios públicos quienes tienen que reclamar su atención. Por si fuera poco, con la misma desfatachatez se quieren aprovechar de lo que aún le pertenece. Hechos como éste me repugnan y me indignan, más aún, me hacen poner en duda la dignidad del ser humano, por eso me he desahogado aquí denunciando este lamentable ejemplo.Este link lleva a una película artesanal hecha por un nativo del pueblo que muestra cómo era éste unas décadas antes. La comparto como recuerdo y como homenaje a esta mujer.