domingo, 21 de abril de 2013

Aunque sea difícil de creer, hay gente sin entrañas

Este invierno en Quintanilla.
Detrás del pino está su casa
Mª - no es su nombre, claro- es una anciana nonagenaria que ha estado viviendo sola en un caserón desde hace muchos años. Es una de esas mujeres de pueblo que son todo fibra y que no han hecho otra cosa en su vida que trabajar y parir hijos. Siempre ha sido una mujer respetada y admirada por los vecinos del entorno porque era capaz de valerse por sí misma, dado que sus familiares iban de vez en cuando a ver qué pasaba. Lógicamente el paso de los años no perdona y los inviernos en los pueblos del norte son tan duros que cambian una letra fatídica, convirtiéndose en infiernos y no por el calor precisamente. Esta señora los pasaba sola, contando con la ayuda de las pocas vecinas del entorno. Llegó un momento en que ya no pudo más. Tras un largo período en que no se la veía acudieron las vecinas a verla y se la encontraron postrada en la cama sin poder levantarse y, por tanto, con la casa helada y sin comida. Tuvieron que atenderla, llamar a urgencias y a los servicios sociales. Estos avisaron a los hijos y dadas las circunstancias y la extrema gravedad de la salud de Mª, la solución estaba cantada: una residencia.

La semana pasada estuvimos en el pueblo y sentí el ruido de una desbrozadora que salía de la casa de Mª. Como me pillaba de paso observé que las ventanas estaban abiertas y me fijé en la gente que andaba entrando y saliendo, pero no conocí a nadie. Supuse que ya se habría vendido o alquilado, cosa que me pareció rara en esta época de crisis. Picado por la curiosidad y porque tenía en gran estima a la dueña, pregunté a una vecina de las que viven habitualmente allí sobre la identidad de aquella gente. Resulta que eran los hijos y otros familiares. Ahora sí mantienen la casa oreada y limpia y quitan habitualmente las zarzas, siegan la hierba, podan... Lo que hay que ver. Esta buena mujer tenía que buscar entre los vecinos a alguno que pudiera arreglarle el terrenito de delante de la casa y dependía de las vecinas para muchas compras y para que le ayudasen algo en la limpieza. Su familia la tuvo abandonada y ahora caen sobre la herencia como bandada de buitres a preparar la casa para repartirse el botín cunado Mª muera.

Me temo que habrá más casos de éstos, pero como éste me ha pillado cerca lo he sentido de una forma especial. No alcanzo a entender que haya seres humanos de semejante catadura, capaces de tener abandonada a una madre hasta el extremo de atenderla solo cuando las circunstancias han llegado al límite y cuando son los servicios públicos quienes tienen que reclamar su atención. Por si fuera poco, con la misma desfatachatez se quieren aprovechar de lo que aún le pertenece. Hechos como éste me repugnan y me indignan, más aún, me hacen poner en duda la dignidad del ser humano, por eso me he desahogado aquí denunciando este lamentable ejemplo.Este link lleva a una película artesanal hecha por un nativo del pueblo que muestra cómo era éste unas décadas antes. La comparto como recuerdo y como homenaje a esta mujer.


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