domingo, 2 de septiembre de 2018

¡SETENTA!

Pues sí, como el título indica, el pasado 14 de agosto me han caído setenta años. Con los agetreos propios del verano no he tenido tiempo ni calma para ponerme a escribir algo. Esto de cambiar el primer número de la edad tiene su aquel: que si la crisis de los cuarenta, la mitad de la vida, la cercanía de la jubilación... En lo referente a los anteriores cambios no me dijeron gran cosa y, a decir verdad, los he vivido como si el paso del tiempo no fuera conmigo. Sin embargo esta fecha me ha marcado, como que uno se tiene que parar y mirarse al espejo. A propósito de espejo, acabo de renovar el permiso de conducir y he cometido la osadía de comparar las fotos de los dos carnets antes de destruir el caducado. Tengo que confesar que me he dado un buen susto al ver la diferencia sustancial de ambas imágenes.

Resulta que hace un mes el traumatólogo me ha detectado una artrosis en ambas caderas que me va a dar bastante guerra, y que ya me la está dando. Lo primero que me ha dicho es que me conviene que me mantenga con poco peso y activo, como hasta ahora, sobre todo nadando y caminando, pero de monte poco o mejor nada. Así que ya tendré que cerrar mi apartado de "días de monte", y lo peor no es eso: tendré que renunciar a una de mis aficiones más entrañables. Ha sido como un aldabonazo para mentalizarme de que conviene que vaya asumiendo las limitaciones y los desgastes impuestos por el implacable paso del tiempo y por la herencia genética.

De todos modos, no me he hundido, sino que me he propuesto descubrir una nueva forma de vivir sin renunciar a disfrutar de mis otras aficiones y de lo que me depare la vida. Así que me he resumido eso en un lema: toca cambiar de paso pero no pararse.