miércoles, 25 de enero de 2023

Lunes de senderismo 13


Tenemos más valor que el Alcoyano, que se suele decir. La mañana parecía que iba a tener solo algo de llovizna y nos lanzamos al recorrido señalado de las minas. El bus llegó con dos minutos de retraso al funicular y éste es automático: llega la hora y arranca. Así que media hora perdida entre lamentaciones y propuestas para que esto no se vuelva a repetir. La primera en la frente, que se suele decir. Me decidí y fui a preguntarle al chofer, porqué el bus no salía de Cruces cinco minutos antes y así garantizaba llegar a tiempo. Me contestó encogiéndose de hombres y, con un supongo por delante, me dejó caer que podría ser porque en la pequeña plazoleta de acceso al funicular no caben todas las líneas que terminan allí. Así que tenían que fijar los horarios para que no se llegara a colapsar. Una vez dentro, Emilio llamó la atención sobre un cartel que anunciaba que al día siguiente había revisión de la instalación y estaría sin servicio por la mañana. En seguida se mandó un wahsaap a los del martes, y es que somos así de majos.


Arrancamos sin hacer caso del bus que acerca a los viajeros a La Arboleda. En la medida en que subíamos, lo que parecía chirimiri suave se fue intensificando. Habíamos previsto comer el hamaiketako en la Ekoetxea de Peñas Negras. Sabíamos que el servicio y el bar están cerrados los lunes, pero contábamos con el pequeño pórtico que hay en su entrada que sirve de refugio. Claro, tampoco contábamos que la cerca de madera que rodea el edificio estaba cerrada con candado y no era plan andar saltándola con las mochilas, los bastones, las capas... y la pila que es la que más pesa. En medio de nuestra decepción decidimos seguir caminando a ver si encontrábamos algún sitio más o menos abrigado. Antes, dos compañeros optaron por volverse, dado que no traían una protección adecuada y estaban helados. Según nos contaron luego fueron de cabeza al primer bar a tomarse un caldo caliente, Conclusión: en caso de duda más vale llevar cosas de más que las justas, que luego...


Me puse en cabeza para señalar los cruces de senderos y me percaté que en un pinar aún no había calado la lluvia y que podía servirnos de paraguas. Dicho y hecho. Entre alguna que otra zarza, sorteando la pendiente paramos un rato y pudimos comer en seco bajo el toldo de unos pinos robustos. Retomamos el camino con la sana intención de no completar el recorrido y tomar la primera carretera que nos acercara a La Arboleda. En ese tramo estuvimos envueltos en la niebla hasta que pudimos descender al pueblo. Allí nos despedimos. Trece se quedaron a comer y doce nos volvimos. Segundo se añadió a la comida, lo que nos alegró a todos. Llegamos diez minutos antes de que arrancara el funicular, así que llegamos a casa un buen rato antes.


La niebla da oportunidad de contemplar estampas bonitas cuando envuelve los bosques o se queda medio agarrada en las cimas, pero no nos permitió disfrutar de la belleza de la frondosidad que hay en esos parajes, ni contemplar el horizonte. Por otra parte, tenía previsto enseñar un mirador poco conocido con una vista genial sobre la Margen Izquierda. Tampoco tuvimos oportunidad de disfrutar del entorno de la mina Picuí. Nuestra fotógrafa oficial nos hizo constar su frustración, porque es uno de sus sitios preferidos para hacer fotos, así que me pidió que volviéramos para hacer la ruta completa y sacar las fotos que ese día fueron imposibles. Supongo que seguirá insistiendo hasta que lo consiga, ya sabéis cómo se pone.