Durante todo el día mi hija ha estado hecha un manojo de nervios. Su cuadrilla había quedado en celebrar el famoso ritual del amigo invisible, típico de estas fechas. Es nueva en el grupo porque se ha cambiado de centro en este curso y, parece que se siente aceptada. Su cuadrilla tiene como lugar de reunión el parque que está detrás de los juzgados de Barakaldo, en frente de nuestra casa.
Nos ha sorprendido porque se ha presentado en casa con dos amigas una hora después de haber salido. Venían por una escoba y un recogedor para dejar decente la zona de parque en la que se habían intercambiado los regalos, pues debía haber quedado de aquellas trazas con los papeles y demás envoltorios al uso.
Menos mal que de vez en cuando nos podemos encontrar con la excepción que, esperemos, poco a poco vaya haciendo cambiar la regla general. Eso de encontrarnos los bancos llenos de cajas vacías de pizzas, botellas medio llenas, papeles, cajetillas vacías y mil lindezas más está a la orden del día. Supone un alivio encontrar gente así de 15 y 16 años y, cómo no, que nuestra propia hija esté entre ellos.
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