He hecho alusión en el título a las palabras de Dámaso Alonso, uno de mis poetas de referencia, en su presentación de Hijos de la Ira, porque en estos momentos me siento igual que él: lleno de asco por la estéril injusticia que se exhibe delante de todos y desilusión de ser hombre a la luz de lo que estamos comprobando que es capaz de hacer un ser humano.
Hace poco tiempo escuché en la radio una noticia que me dejó la sangre hirviendo de indignación y, a la vez, con ganas de llorar de impotencia. Unos soldados israelíes abaten en Cisjordania a un adolescente con la primera disculpa que se les pueda ocurrir, supongo, un guerrillero o algo así del que necesitaban defenderse. Cae herido y lo que se les ocurre es bloquear el lugar para que no pueda entrar ninguna ayuda. Le dejan allí hasta que muere desangrado. Es incalculable la bajeza humana de gente así que se cree superior y omnipotente y deshumaniza a la víctima, por lo que se siente en pleno derecho de hacerle lo que sea. Además de matar a discreción tuvieron el sadismo de procurar que no tuviera la posibilidad de poder curar sus heridas, más aún, le dejaron morir disfrutando de su agonía porque, aunque parezca cruel, hubiera sido mejor darle el tiro de gracia, ya que lo querían matar, para que no sufriera inútilmente. Al parecer no se privaron del gusto de verle morir poco a poco, para que se enteren esa gentuza de palestinos de lo que son capaces de hacer.
Hace poco tiempo escuché en la radio una noticia que me dejó la sangre hirviendo de indignación y, a la vez, con ganas de llorar de impotencia. Unos soldados israelíes abaten en Cisjordania a un adolescente con la primera disculpa que se les pueda ocurrir, supongo, un guerrillero o algo así del que necesitaban defenderse. Cae herido y lo que se les ocurre es bloquear el lugar para que no pueda entrar ninguna ayuda. Le dejan allí hasta que muere desangrado. Es incalculable la bajeza humana de gente así que se cree superior y omnipotente y deshumaniza a la víctima, por lo que se siente en pleno derecho de hacerle lo que sea. Además de matar a discreción tuvieron el sadismo de procurar que no tuviera la posibilidad de poder curar sus heridas, más aún, le dejaron morir disfrutando de su agonía porque, aunque parezca cruel, hubiera sido mejor darle el tiro de gracia, ya que lo querían matar, para que no sufriera inútilmente. Al parecer no se privaron del gusto de verle morir poco a poco, para que se enteren esa gentuza de palestinos de lo que son capaces de hacer.
Además de la destrucción sistemática de la tierra palestina, de asesinar a civiles y menores cuando están en las colas del hambre, de arrasar hospitales y campos de refugio, de tener a les de personas vagando de un sitio a otro de su país sin tener refugio en ninguna parte... nos enteramos de hechos como éste en el que queda claro lo que es capaz de hacer, no solo un gobierno o un ejército, sino también un ser humano con las armas de fuego y las del odio o el desprecio por la vida de un crío. Igual ha cometido el pecado de tirarles una piedra o de insultarles o ni eso, pero su odio a esos militares está más que justificado: echaron de su tierra a sus abuelos, a sus padres les quitaron sus casas y los recluyeron en campos de refugiados y ellos han nacido ahí en tierra de nadie, sin derecho a nada suyo ni a tener una vida propia.
Me gustaría ver si esos mismos soldados o sus mandos luego van a su sinagoga a hacer las oraciones y a cantar sus himnos, como quien está sintiendo que hace la voluntad de Yahveh, porque así recuperan la tierra que dio a sus padres, a la vez que le dan gracias porque les ha posibilitado ser más fuertes que sus enemigos. Es repugnante y deprimente asistir a un genocidio cruel sin que nadie se levante en contra y, por si fuera poco, sus autoridades tengan la desfachatez de erigirse en el lado correcto de la historia y denigren a los que osen alzar la voz contra ellos.

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