martes, 18 de noviembre de 2025

Lunes senderismo 51


Lunes 27 de noviembre. Dieciséis valientes nos dimos cita para la salida más típica y esperada del otoño, sin hacer caso a los pájaros de mal agüero que nos amenazaban con volver empapados hasta la ropa interior. Nos hizo un tiempo estupendo para caminar: fresco, pero no frío, con alguna lluvia suelta hasta que arrancó a llover en serio justo cuando pusimos el pie en Ubide. El comienzo de la comida estuvo amenizado por el tamborreo de la lluvia en la chapa de la cubierta del frontón.


Comenzamos con mal pie a cosa de sacar billetes. A mí me habían dicho por teléfono que el chófer podía cobrar, pero el de turno prácticamente nos mandó a la taquilla. Cuando bajamos algunas nos avisaron de que ya se podía pagar con la barik, cosa que hicieron y resultó ser verídico. El señor conductor se tomó la cosa con calma y sosiego, solamente subieron al bus seis personas de las que cuatro eran estudiantes con sus maletas de vuelta a la universidad. Claro ya se les había acabado el fin de semana. El buen humor, los chistes y alguna canturriada presidieron durante todo el día la marcha, así que el conductor estaba de lo más entretenido con nosotros. El sol nos recibió en Barazar, mientras mi hija me llamaba alarmada para echarme la bronca, a ver cómo se me ocurría ir al monte con la cantidad de agua que estaba cayendo. Es posible que más de uno o de una que se quedó en casa pensaría lo mismo.


Comimos tranquilamente el bocata en el área de Saldropo. Justo cuando comenzamos a retomar la marcha comenzó a llover. Uno cero, el tiempo no nos había chafado la parada. Decidimos tomar el camino directo hacia Otzarreta en vez de dar la vuelta por la Calera, pero no habíamos andado cien metros y, para chasco, dejó de llover hasta el final. El camino de desvío al hayedo a través de las campas estaba muy mejorado, así que no tuvimos ninguna dificultad. Por las fotos del wahtsap se puede comprobar que el entorno estaba espectacular. Después de un buen rato, como es de rigor, de fotos, abrazos a los árboles y paseos arrastrando hojas secas, tomamos la pista a Ubide, que no está exenta de algunos tramos más o menos duros. De todos modos no nos dispersamos mucho. Un poco antes de llegar al pueblo la pista se hace llana acompañando a un pequeño río y en ese tramo disfrutamos de nuevo de un espectáculo similar al de Otzarreta, por las hayas que estaban al borde, junto con otros árboles de ribera que también se estaban tiñendo de otoño.


La comida transcurrió con tranquilidad y con algún que otro pase de vino demás detalles a compartir. No hizo el frío que se podía esperar en el frontón. La gran mayoría  se fue al terminar al restaurante que estaba abierto y que, según comentó alguno, metió unos buenos puyazos en los precios. Como siempre, algunas se quedaron un tanto retrasadas y hubo que pegar gritos, porque el bus ya estaba en la parada. Todo esto bajo una lluvia intensa, que ya había desaparecido cuando nos bajamos en Bilbao. El viaje de vuelta se hace eterno, pero en este caso sí que acabó bien lleno. No conocíamos la trayectoria de entrada en la villa, así que en cuanto nos vimos en frente de S. Nicolás nos echamos abajo para coger el metro. Quedó pendiente organizar un sanqueremos para ir a la espectacular cascada de la zona de Saldropo, pero eso habrá que dejarlo para más adelante.



No hay comentarios:

Publicar un comentario