
Yo he firmado un documento en reprobación del tribunal del supremo que ha ejecutado la parodia de juicio al fiscal general. Fue calentando máquinas el juez instructor no aceptando ningún testimonio que favoreciera la inocencia del fiscal. Luego planeaba en el aire la advertencia del enviado del maligno a la política española, Miguel Ángel Rodríguez: "va palante". Está claro que ya tenían preparada la encerrona, más bien la lobera. Todo comenzó con un gran ruido mediático a raíz de las mentiras del susodicho, que apoyado por los manos blancas, los abogados de Madrid, que apestan a alcanfor, el abogado del delincuente confeso -ciudadano particular enredado en la política y llevado de la mano del susodicho- consiguieron meter a la víctima en ese callejón largo, pero sin salida, de un proceso con unas intervenciones de llorar, que desemboca en la plaza final donde la víctima queda indefensa delante de sus cazadores que disparan sin piedad hasta hundirle en la miseria. O sea, que estaba condenado desde antes de que el asunto saliera a la luz y los jueces carcas del tribunal le esperaban con las escopetas bien cargadas.

Ahora resulta que, en un abrir y cerrar de ojos, se publica su condena sin ninguna sentencia razonada y que, de golpe, en vez de la ponente a la que le correspondía redactarla aparece el presidente del tribunal y se la quitan de en medio. Entre tanto nos enteramos que uno de los jueces había sido el profesor de la tesis doctoral del abogado del ciudadano particular, que tres de ellos habían dirigido cursos de la abogacía de Madrid que era parte de la acusación... Por su parte, la faraona madrileña no ha perdido ripio para proclamar que era un juicio contra Pedro Sánchez que ha cometido la osadía de intentar hundir a su ciudadano particular. O sea que entre todos lo mataron...
Creo que habrá que diseñar otro tipo de togas para el supremo que tenga la tela más gruesa y estén más cerradas, porque debajo de ellas ya no se puede contener una buena cantidad de sistema podrido y ya están llenando el ambiente público de olor a podredumbre. No es de extrañar que esos tipejos encumbrados en sus tronos y arropados por sus familias, de jueces de toda la vida, o por sus camarillas, se alcen en armas contra leyes que permitan alcanzar esos puestos a cualquier ciudadano que demuestre la competencia suficiente para ejercer esos cargos. No pueden admitir que les muevan ni lo más mínimo el sillón o que les hagan la competencia a sus hijos o a sus acólitos. Ya lo dije en otra ocasión: la derecha no necesita abogados, tiene jueces. Ahora que estamos en el 50 aniversario de la defunción oficial de su excelencia, nos podemos echar las manos a la cabeza. Creíamos que ya todo había acabado, pero aún, después de tanto tiempo, tenemos que aguantar esto. Lo chusco es que no se les puede tocar porque atentamos contra su independencia y ¡socavamos los fundamentos de la democracia! Manda huevos.

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