martes, 6 de septiembre de 2022

Un verano al rojo vivo

 

En la roca de Bimón con el embalse de fondo

Estamos despidiendo agosto y, aunque el verano sigue, las vacaciones de la inmensa mayoría ha tocado a su fin. Lo que  parece que no tiene fin es la cadena de incendios, a cual más grave, la sequía, a pesar de las tormentas, la vegetación calcinada, el agua del mar recalentada que ha acabado con gran cantidad de mejillones... y la guerra del zar Putin. O sea, un verano al rojo vivo: fuego, destrozos de granizadas y problemas de todo tipo porque estamos metidos en esa guerra absurda, por la que seguiremos pagando las consecuencias como parte partícipe que somos. Es curioso, en las guerras los que más perdían eran los pobres que tenían que ir al frente y, en ésta, los que más van a perder serán los mismos que tendrán que pasar un invierno sin calefacción, una pérdida de poder adquisitivo desproporcionado por la inflación de precios, mayor precariedad de empleo por la disminución de actividad empresarial... En la guerra, por el contrario, siempre hay quien sale ganando: todo el entramado empresarial que sostiene los ejércitos, las petroleras... y en ésta los de siempre, las energéticas y los bancos.

Amanecer con nieblilla

A pesar de todo ello, y de la cantidad de babosadas con que  algunos políticos han seguido atorando sin tregua los informativos, hemos podido pasar unas vacaciones saludables en nuestro pequeño refugio de Quintanilla. Allí el calor es más llevadero y por las noches refresca considerablemente. Apetece tomar la fresca cenando al aire libre y después dando una vuelta por el pueblo. Los desayunos solemos hacerlos también en la terraza justo cuando el sol comienza a levantarse, acompañados de los pájaros que se ponen en marcha. Este año hemos estado acompañados de una nube de vencejos que prácticamente nos envolvían cuando revoloteaban, en un caos impredecible, al rededor de nuestra casa. Para sorpresa nuestra han retornado, aunque pocas, las golondrinas. Han vuelto a anidar en el pórtico de la iglesia y en algún corralón, mientras los vencejos han colonizado casi todos los aleros del entorno. En la parte trasera de la casa, que tiene menor presencia y actividad humana, hemos tenido tres nidos. 

He vuelto a ver águilas, aunque no sé definir de qué tipo. No me acuerdo ya cuántos años hace que vi la última. En los robles de atrás se han refugiado un par de palomas preciosas, que nada tienen que ver con las ratas voladoras que nos súper pueblan las ciudades. En esos mismos he podido escuchar al pájaro carpintero y al cárabo nocturno que antes no salía de la mata. Otra sorpresa ha sido contemplar el vuelo majestuoso de una lechuza. Nos ha sorprendido comprobar que ha bajado notablemente el número de cigüeñas, igual tiene que ver también con las circunstancias metereológicas adversas. 

Atardecer en el pantano. Arija

No han faltado las inevitables tareas de mantenimiento de la casa, pero hemos sacado tiempo para la lectura y los paseos: además de la ritual marcha monte a través hasta el santuario de Montes Claros participamos en otra excursión por los roquedos del Alfoz de Santa Gadea, ésta organizada por la comisión de fiestas de Santa Gadea. De los otros paseos habituales el que más disfrutamos fue un paseo vespertino por los arenales de Arija. Este verano nos hemos empeñado también en aumentar la vegetación de nuestra campita y de los muros, tanto de por la parte exterior como por la terraza. Ahí andamos intentando que los esquejes de setos de diversos tipos acaben enraizando. También estamos ampliando la población de brezos de diversos colores y de romeros. Los que mejor han prendido han sido los coloneáster. Están preciosos, han comenzado a echar bolitas y a crear nuevos brotes.

Supongo que para un gran número de ciudadanos este tipo de vacaciones no suponen un planazo precisamente. Ya se sabe que sin viajes exóticos, sin playas atestadas de gente donde torrarse al sol, sin haber comido en restaurantes importantes, sin horas muertas en terrazas y chiringuitos... no se puede contar a la vuelta al trabajo o a la vida cotidiana lo maravillosas que han sido las vacaciones, la cantidad de sitios estupendos que hemos descubierto, cuántas nuevas amistades hemos hecho... ni enseñar las fotos que lo atestiguan. A este respecto, nosotros hemos disfrutado de nuestro entorno y de la tranquilidad que nos proporciona, porque creemos que de eso se trata y no tanto de lo que nos venden. Personalmente me mantengo fiel a la sabiduría de Fray Luis de León con cuya cita inicié este blog allá por el año 2008: "Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde ha ido los pocos sabios que en el mundo han sido".

Panorámica del roquedo

PD: Las fotos son de María, excepto la primera, claro, que conseguí pillarla despistada.


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