El triste espectáculo que el ciudadano medio, más o menos cercano a las posturas de Podemos, se encontró en las vísperas de la asamblea general rayó en lo experpéntico. Ya de por sí el continuo aireamiento de diferencias, codazos dimes y diertes estaban fuera de lo que el sentido más elemental de la decencia social aconseja. Por si fuera poco los medios de comunicación se encargaron, no solo de airearlo, sino de magnificarlo e incluso extorsionarlo, para regocijo de las alas derechosas del país. Estos nubarrones que se cernían sobre la formación con tracas de rayos y trunos hacían prever que la asamblea iba a resultar una Vistatriste del peor agüero.
En la asamblea celebrada el anterior fin de semana parece ser que las aguas no se han salido del tanque y que las bases han reclamado una unidad imprescindible para sobrevivir en política. Como no puede ser de otra manera, las votaciones han puesto a cada uno en su sitio, pero sin que esto supusiera exclusiones.
La literatura de los discursos parecía aceptar esos límites y en general todos subrayaban el buen ambiente en que se había desarrollado el encuentro, pero todos hemos quedado expectantes para comprobar si lo que quede escrito no los desdice. O sea, que la película final nos la han pintado de Vistalegre 2.
En este blog he dedicado diversas entradas a los problemas que creía podrían desbaratar el proyecto de Podemos: tanto por la complejidad y la pluralidad de sus bases, como por los liderazgos o por repetir los tradicionales fallos de las izquierdas. Ahora quedo expectante ante cómo va a discurrir esta legislatura y si Podemos va a poder afianzarse como alternativa real al sistema tradicional de partidos -que ya huelen- y como posibilidad de cambio de las políticas actuales. Creo, a este respecto, que es preciso mantener la voz real de las bases y que los liderazgos sean sólidos pero no ajenos a las mismas ni excluyentes.
Siempre sobrevuela en los movimientos de izquierdas la espada de Dámocles del "centralismo democrático" de antaño, solo que disfrazado de vistosos discursos. A todo líder que salga aclamado habrá que recordarle aquello de los generales o emperadores que entraban victoriosos en Roma. El esclavo que iba a su espalda en el carro sosteniendo la corona del laurel del triunfo, le repetía continuamente "recuerda que eres hombre".
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