sábado, 5 de marzo de 2016

Carta abierta a Pablo Iglesias

Estimado señor Iglesias:


Con la presente deseo hacerle llegar algunas observaciones que, a mi modesto entender, pueden ser de su interés dentro del momento político en que nos encontramos. Ante todo debo felicitarle por su encomiable tesón en defender los intereses de las víctimas del desastre neoliberal que se nos ha impuesto por decreto del absolutismo parlamentario de estos eternos cuatro años. No obstante, me gustaría sugerirle que tuviera más en cuenta al resto del magnífico equipo del que usted forma parte -aunque los medios siempre digan que el equipo es suyo, lo cual sería contradictorio con el sentir de Podemos, ya me entiende-. Lo digo porque por su apasionada e impulsiva forma de expresarse puede que lleve al equívoco de creer -y de creerse- que se trata de un líder carismático al que hay que seguir incondicionalmente o hay que darle la razón. Ya ha habido bastantes errores de ese tipo en la historia de la izquierda y quiero pensar que dado su nivel de inteligencia no va a caer en la misma trampa. No olvide que el mayor motivo de los castigos de los dioses, tanto de la mitología griega como de las religiones del Libro, era la hybris.

Yo pertenezco a todas aquellas gentes que al final de franquismo se curraron la transición desde el movimiento asociativo o vecinal y desde la lucha sindical. Claro que no salimos ni en los documentales de la tele ni en los periódicos, éramos de esos don nadies que no entraban en la categoría de dirigentes o gente importante. Eso sí fui de los que tuvieron que marcharse a casa a todo correr cuando lo de Tejero, más que nada porque ya había pasado por los sótanos de Gordoniz -la DGS de Bilbao-. Teníamos una cosa clara, el enemigo a batir era el franquismo y sus herederos, aunque se comenzaran a disfrazar de demócratas. En todos los movimientos en que participé me encontré con gente de todo tipo: desde troscos o anarquistas hasta peneuvistas. De algunos no quiero ni acordarme o ni nos saludamos hoy en día, pero en aquellos momentos todos éramos necesarios. Sí ya sé que aquello fue otra  historia con otras circunstancias y que lo mío suena a abuelo cebolleta, pero ahora también estamos saliendo de un absolutismo -aunque sea parlamentario- que ha ejecutado implacablemente las órdenes de la dictadura de los mercados y de la troika, y de éstos no nos vamos a deshacer tan fácilmente.

Todo lo que le he contado viene a cuento porque considero que en todo movimiento de cambio hay que tener claro ante todo los síes, es decir, los objetivos, la prioridades, los procesos, los medios... Todo ello es lo que motiva y lo que orienta, pero siempre hay que pasar previamente por cargarse los noes: desahucios, precariedad, desigualdades, corrupción... Antes de sembrar hay que arrancar de raíz las malas hierbas. Y para esa tarea hay que ponerse de acuerdo con los que comparten el objetivo de eliminar esos noes, aunque haya que aguantar algún codazo que otro o taparse la nariz, eso sí, sin perder de vista que los que han puesto la confianza en el cambio son los más desheredados o los más hambrientos de justicia. Esto es algo así como los satélites: para llegar a su órbita necesitan una serie de artefactos que los impulsen, pero en la medida que van cumpliendo su función se desprenden de ellos para que no le impidan orbitar. Las prisas son malas consejeras y creo que en la vida pasa como en el monte que la línea recta casi nunca es la más corta ni la posible para llegar a la cumbre.

Como puede comprobar, no he pretendido darle ninguna lección ni decirle lo que tiene que hacer. Simplemente he querido hacerle, desde mi modesto entender, unas cuantas consideraciones con un poco de sosiego dentro de este alboroto bochornoso en el que nos han metido, tanto desde el parlamento como desde los medios de diversos tintes ávidos de carnaza y de sensacionalismo. Solo les deseo lo mejor a usted y su equipo. Salud y república.

Atentamente.
Luisfer

Barakaldo 5 de marzo de 2016


No hay comentarios:

Publicar un comentario