lunes, 8 de diciembre de 2014

Risto, te has pasado

En el último chéster, entre los tomas y dacas con el actor de turno, el señor Mejide afirmó con total contundencia que el fenómeno del papa Francisco es una operación de maquillaje de la iglesia, sin dejar la más mínima duda al respecto. Haciendo mía su propuesta de hablar sinceramente, he de decir que me he sentido aludido y ofendido, tanto por la afirmación en sí como por el tono y el contexto en el que se trataba. En esta materia, como en otra cualquiera, para hacer una afirmación tan tajante creo que se debe ser un conocedor profundo de la misma o, al menos, estar debidamente informado por fuentes fidedignas. No sé si el señor Mejide estuvo, o contó con algún confidente, en el cónclave que eligió al cardenal Bergoglio. Tampoco me consta, que puede que sí, que haya estado de corresponsal de prensa en el Vaticano, como para conocer los entresijos secretos de las altas jerarquías curiales. Me resulta extraño que el señor Mejide considere seguro que los que cortaban el bacalao en Roma, bajo el paraguas de los anteriores papas, tuviesen preparado un plan de maquillaje que haya comenzado por segarles la hierba debajo de los pies a los más interesados en mantenerse en el poder. Me extraña, por otra parte, que con su agudeza no se haya percatado de la movida de sillones en la conferencia episcopal española y de la incomodidad que se deja traslucir en el mundillo de los mitrados españoles. No creo que un simple maquillaje resulte tan incómodo.

Es probable que el señor Mejide no haya leído o escuchado las declaraciones del actual papa o se piense que sus actitudes y su modo de vida no supongan una ruptura con la línea de los anteriores y resulten ser simple puesta en escena. No valora tampoco que, por fin, haya por primera vez un papa no europeo que hable el lenguaje de la América del Sur y ponga en valor la existencia y las demandas de los pueblos desfavorecidos. Claro, tanto el señor Mejide como su interlocutor, resumieron el problema de la iglesia en que tendría que vender los tesoros artísticos del Vaticano para hacer obras de caridad o similares. No se han parado a pensar todo el camino que habría que recorrer hasta llegar a ahí, como si eso fuese algo que se decide en un abrir y cerrar de ojos o fuese lo más fácil de conseguir.

Señor Mejide, somos muchos los creyentes que hemos tenido que estar ivernando o tapándonos la nariz mientras Juan Pablo II desmontaba piedra a piedra el Vaticano II y Ratzinger defenestraba teólogos y le daba la puntilla. Romper el restauracionismo inmovilista en el que se había instaurado la jerarquía, ese sí que era el problema. Y lo que este papa está haciendo es marcar el rumbo en dirección contraria con las palabras y con los hechos que están a su alcance. Puede que eso para usted sea maquillaje, pero para muchos es esperanza y movilización. 

Es probable también que entre los televidentes que siguen su programa haya creyentes que están de acuerdo con estos mensajes del papa Francisco y, a la vez, estén dando todo de sí por causas más que justas y altruistas. No creo que, aunque usted no comparta sus ideas o creencias, dude de su talla ética. Pienso, por tanto, que con afirmaciones de ese tipo desvaloriza, no solo lo que está haciendo el papa Francisco, sino también la labor y el empeño de estos creyentes de a pie que comparten su mensaje. Puede que más de uno se haya sentido ofendido, igual que yo, por afirmaciones tan frívolas como la suya. Por otra parte, además del poco respeto mostrado  al habernos tomado por maquilladores o vendedores de humo a los creyentes, me da la impresión de que usted mismo ha insultado  a su propia inteligencia, que no es pequeña al igual que su descaro, al emitir afirmaciones simplistas que responden más a prejuicios que a razones debidamente contrastadas. 

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