La semana pasada tuve varios encuentros de esos que te devuelven al pasado en forma de apariciones inesperadas. Merche la conserje me dejó una nota en la que tenía el teléfono de P y el encargo de que quería hablar conmigo urgentemente. Llamé varias veces pero no conseguí comunicar con él. Por fin me cogió el teléfono y en un santiamén se presentó en mi despacho. Venía con cara de angustia y todo sofocado como quien ha bajado a la carrera.
Me comenta que le tengo que ayudar a salir de un apuro que le trae a mal vivir y que recurre a mí porque soy con el que más confianza tiene junto con Ainara. El caso es que en Nochebuena le pilló la policía municipal con un poco de coca y ahora le llega una denuncia por la que le comunican que le pueden caer unos 300 euros de multa. Me asegura con los ojos muy abiertos que él no suele merterse coca pero que el hermano de T le lio para comprar a medias y ya que era Navidad se animó. Como era de esperar, le pillaron a él por aquella ley de la naturaleza que dice que el más tonto es el que se come los marrones.
Está hecho un lío y no sabe por donde empezar. Habla totalmente aturullado y repite una serie de frases que se tiene apredidas de la calle. "Si voy al módulo a mear me lo quitan, pero yo no quiero estar con esos yonquis de mierda" "A mí no me vieron" "Yo le conozco al munipa que me pilló y me lo ha hecho porque le tiene manía a mi hermano" "Me tengo que declarar insolvente"... Como yo de multas no entiendo nada, comienzo por coger el papel y lo leo. Resulta que ya le había pasado el plazo de reclamaciones y no se había enterado. Le recomiendo algunos sitios a donde le conviene acudir para aclarar su situación y pasamos a charlar sobre cómo le va la vida.
Resulta que está de nuevo en paro. Me explica que como busca trabajo en la construcción ahora la cosa está chunga. De paso me entero que están en su misma situación otros calamidades de los que pasaron por el hogar y que ahora resulta que se relacionan entre ellos J, E, T e incluso R. Alguno se ha ido sin más del trabajo y a otros los han echado a la primera de cambio. Todos ellos hicieron caso omiso a lo que se les decía y mira que tuvimos con ellos peleas interminables a cuenta de los estudios y de su falta de esfuerzo. No eran malos chicos, pero a cada cual su puntito particular se encargaba - y veo que aún lo sigue haciendo- de descolocarlo o desinflarlo. A raíz de esto, me dice todo serio que va a hacer los cursos de vigilante y guarda jurado. Sin dejarme hablar, porque sabe lo que le voy a decir, me aclara que ya tiene algunos cursos hechos en el EPA y que puede terminar el graduado en cuanto se matricule. "Os tendría que haber hecho caso antes", bueno, más vale tarde que nunca.
Como no hay una sin dos, al día siguiente me aborda en la calle T. Estaba yo controlando la llegada de los buses que traían a los peques a los conciertos didácticos junto con Yolanda. Le compañaba un antiguo alumno del CIP Ch que no fue capaz de terminar segundo curso por su mala leche. Sé que tuvo trabajo en algún restaurante bueno de Bilbao pero si sigue comportándose como entonces no durará mucho en los trabajos. Ambos me dijeron que estaban en paro. T me confesó que en el últimos sitio se fue porque le dio la gana y ahora no tiene forma de colocarse. Quiere hacer lo mismo que me explicó P, pero lo del graduado lo tiene más crudo y eso que es mucho más inteligente que éste. También se lamentó de que había sido un tonto porque no nos había hecho caso a su tiempo. Y le recordé de paso lo que habíamos peleado para que no fuera absentista, que le buscamos unas complementarias y que se las fumó, que no quiso ni inscribirse en un CIP..."Es que soy muy vago". Al final para contentarme le contó a su amigo que nunca podrá olvidar los arroces que les hacía yo en el hogar...
Cuando María llegó a casa por la tarde le estuve contando estas apariciones y los recuerdos, mejor las sensaciones, que me habían evocado. Algo se me estaba revolviendo por dentro y los ojos se me pusieron un poco vidriosos. Era como palpar lo que habíamos vaticinado en las charlas que teníamos los educadores en el hogar . A decir verdad en alguno de estos casos habíamos previsto que la cosa iba a ser peor. He podido comprobar que, aunque ahora están un tanto distantes de mí, sigo llevando en las entrañas a estos calamidades. Y es que los problemas de estos chavales son invisibles para la sociedad. No son delincuentes, ni tienen adiciones graves, las familias los toleran... y van sobreviviendo como buenamente pueden sin pena ni gloria y con muy pocas - cuando no nulas- perspectivas de futuro
(La foto corresponde al edificio donde estaba el hogar municipal, ahora de Diputación)
encuentros como este son los que nos ayudan a tirar hacia adelante en los momentos bajos, aunque en el momento quizás fuera un esfuerzo poco agradecido, ves como con el paso del tiempo un encontronazo como este, te pinta una sonrisa y te empaña una mirada.
ResponderEliminarque duro que la sociedad haga ojos ciegos con este colectivo tan importante.
Suerte y un saludo
Una trabajadora social
por cierto, por si un día quieres pasarte `por mi olvidado y humilde blog... http://pintoradesonrisas.blogspot.com/
ResponderEliminarun saludo nuevamente