miércoles, 3 de septiembre de 2025

¿Votar a los 16?

Dar el voto a los y las adolescentes de 16 años me parece un dislate de tamaño descomunal y preocupante. No veo razón alguna válida para tomar esa decisión, y no deja de ser uno de tantos buenismos que suelen aparecer en algunas formaciones políticas, de esas que les encanta poner alguna pica en Flandes, como se decía antiguamente, para presumir de progresía o algo por el estilo. 


En esta nueva era que se ha dado por inaugurada a partir del año 2000, se está comprobando que los adolescentes tienen una madurez personal más baja que en generaciones anteriores. Son unas generaciones expuestas a influencias de todo tipo y proclives a aceptar noticias o criterios sin ninguna comprobación de su veracidad solo porque se lo ha pasado alguien de su entorno. O sea, que hay un amplio sector de consumidores de bulos. Cuestión aparte es la de no pocos influencers de lo más disparatado, que consiguen seguidores incondicionales que cumplen sus consignas pase lo que pase, incluso poniendo en riesgo su vida. Son esos agentes los que les están educando a día de hoy, directa o ambientalmente, a una amplia mayoría de adolescentes, mientras que no pocas familias se ven impotentes y obligadas a ceder a las ocurrencias y a los caprichos de sus hijos e hijas para no volverse locos. No solo están perdiendo la credibilidad ante su prole, sino también la autoridad moral y, lo que es peor, la autoridad dentro de la organización de la vida doméstica -de los estudios, de los gastos, de las salidas, del dinero...- y de conseguir una comunicación válida con los hijos.


Se está comprobando estadísticamente que el número de jóvenes que no quieren saber nada del cambio climático, de la igualdad de género, del respeto a la diversidad y a los inmigrantes... está creciendo exponencialmente. Son terreno abonado, por su falta de formación en criterios, por su ignorancia sobre la  política, por su desinterés  por los problemas sociales y porque en ellos dominan más los sentimientos y las sensaciones que las razones, para que cedan a consignas que vayan contra todo y a creer a figuras autoritarias.


Quedaría otra pequeña sección de adolescentes pertenecientes a familias, que se mueven preferentemente en áreas sociales altas o con fuertes convicciones religiosas, con criterios autoritarios que les van a marcar, cuando no obligar, a votar lo mismo que sus padres. Estamos en las mismas, solo que la influencia o la presión se producen su entorno familiar en vez del ambiental. Dudo mucho que la mayoría de los jóvenes de 18 años estén preocupados por  las cuestiones sociales y políticas o, simplemente, por pensar lo que les conviene votar, así que, lo dicho, el voto a los 16 no tiene ni pies ni cabeza.

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