martes, 9 de mayo de 2023

Por tierra quemada


Esta mañana Oren y yo nos hemos lanzado a subir al Arabaliza (693 ms) desde Balmaseda. Teníamos pendiente completar una ruta desde Sodupe hasta la villa aduanera. Ya la habíamos realizado por la parte baja, pero queríamos completarla por las cumbres de Trasmosomos. Para nuestro despiste no habíamos calculado que el camino de subida transcurría por la mayor parte de los terrenos calcinados por el terrible incendio del año pasado, que asoló esta zona y también, como hemos podido comprobar desde la cumbre, a la parte limítrofe del valle de Mena. El terreno quemado de Zalla ya lo vimos en nuestra anterior trayectoria. A poco de empezar la subida, no habíamos hecho más que pasar las vías de FEVE, un buen hombre que acababa de sacar al perro, al ver nuestras trazas de montañeros con bastones y mochilas nos dio la primera información. En cuanto termináramos de pasar la parte asfaltada y cimentada no íbamos a ver ninguna señal porque estaban marcadas en los pinos y, claro, éstos habían desaparecido. Terminó diciendo que habían montado un cisco tremendo arriba.


Los primeros tramos cimentados daban acceso, con unas pendientes de cuidado, a un grupo de casas de campo que quedaban perdidas a media ladera. En una de ellas nos saludó un amable señora que estaba a la puerta. Nos asesoró también contándonos que con la reforestación habían abierto muchas pistas grandes, pero que nadie se aclaraba cuáles llevaban hasta arriba. Parece ser que varios le habían comentado que se habían vuelto para abajo, aburridos de dar vueltas sin encontrar la subida. Con tan agoreros presagios no nos arredramos, buenos somos nosotros dos. Nada más dejar las casas atrás el camino transcurría por unas pistas de un ancho considerable. El piso es de tierra, o sea, que con lluvia estas pistas serían impracticables, pero esta vez la sequía nos dio suerte y comenzamos a subir escalones curva tras curva, optando cada poco si coger un recodo u otro.

Tras varias dudas, divisamos una pista  con piedrilla que daba acceso a la parte de atrás de la cumbre, que era por donde está el acceso a la misma. Así que logramos hacer cumbre en medio de un destrozo impresionante: la vegetación desaparecida, restos de troncos a medio quemar, raíces arrancadas y piedras desguazadas por el efecto del fuego. Como se puede ver en la foto, la reproducción del típico puente medieval, que hace de buzón, ha sobrevivido pero ha quedado de aquellas trazas.


Ha sido toda una experiencia recorrer una ladera tan extensa y tan castigada percibiendo que está resucitando del desastre producido por aquel descomunal incendio. Han crecido helechos, empiezan a aparecer hierbas y algunas plantas de flor blanca que se reproducen por tubérculos. El incendio no solo se llevó pinos, sino que también arrasó parcelas de robles y árboles autóctonos de repoblaciones anteriores. De los tocones de los robles están saliendo nuevos brotes, sobre todo lo he observado en la cumbre, donde, a no tardar mucho, se va a formar un bosquecillo de roble bajo. Al bajar nos topamos con las plantas para la repoblación.
                                 

Otro fenómeno, que esta vez nos ha parecido algo menos desagradable, ha sido la diferencia de panorama que se observa cuando faltan los árboles, tanto en la vertiente norte como en la ladera que da al valle de Mena. Sin embargo, en el largo cresterío de la cumbre, nos encontramos con que estábamos caminando justo al borde de una cortante de más de veinte metros de caída. Las veces anteriores en que hicimos hace años ese mismo recorrido, estábamos rodeados de árboles que tenían sus raíces al fondo y de los típicos arbustos que crecen en los bordes. Hoy solo se veían piedras resquebrajadas y ennegrecidas, que parecían alertarnos de que cualquier paso en falso daría con nuestros huesos en el fondo.

Balmaseda, vista sin pinos


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