lunes, 8 de mayo de 2023

Lunes de senderismo 17

 


Lunes 8 de mayo. Tal como se había programado, nos toca pasear por Castro, no nos ha dado por ir a Orduña. El bus ha llegado puntual con los tres de Cruces dentro. En total hemos sido dieciocho los componentes del grupo. A primeras horas se ha ido apoderando del cielo una neblina que les ha hecho temer a algunos que se nos iba a torcer el día. Hacía fresco y hasta después de la foto oficial no hemos empezado a quitarnos chamarras o similares. Castro nos ha recibido hirviendo en obras: en el muelle, en el paseo, en el camino de detrás de la iglesia, en la entrada a la playa de Ostende, en los accesos centrales de la misma, en le polideportivo... El comentario ha sido unánime y muy socorrido: las elecciones. Y es que a los políticos se les ve la oreja y no se dan por enterados de que son reincidentes y eso ya no nos sirve. Esto nos ha obligado a variar ligeramente el recorrido, pero, afortunadamente contábamos en nuestras filas con unas cuantas expertas en la zona que nos han orientado.


Al llegar a la zona del antiguo cargadero hemos hecho parada y fonda. Solo había una mesa de merendero, pero había sombra y el lugar ha resultado agradable para hacer la parada. Otro factor favorable de ese sitio, ha sido contar con unos alrededores propicios para acudir al alicatado, lo que ha favorecido el resto de la marcha y no ha habido que hacer paradas. Hemos retomado el camino pero no ha sido posible disfrutar de los bufidos de la olas que se cuelan por los fondos horadados de las rocas: el mar estaba como un espejo. Hemos ido viendo a un regatista en canoa por mar abierta con toda tranquilidad. A partir de los restos del cargadero se va dejando el pueblo atrás y nos íbamos adentrando en el paseo por los acantilados, bordeando los prados que miran al mar. La industria que está instalada en la zona ha puesto unos densos arbustos detrás de las vallas para quedar oculta, pero éstos no han podido evitar el mal olor que su actividad emite y que nos ha acompañado un rato.


Una vez llegados al corte del camino, subimos a la carretera para pasar a Allendelagua. En este paso siempre se monta algún desmadejamiento del grupo. Hay una bajada algo arriesgada que no es apta para algunas personas, que tienen que retroceder algo en dirección contraria para acceder sin riesgo de caída, pero los primeros lanzadillos nunca esperan, al menos en las veces que he hecho ese recorrido. Sin dar mayor importancia a ese pequeño descoloque, nos hemos adentrado en Allendelagua hasta encontrar las señales del camino norte de Santiago y a un buen número de peregrinos de los de mochilón a cuestas. Esta senda, muy agradable de caminar, conduce directamente a la plaza de toros de Castro, que es la parada inicial de los buses. Hemos llegado con tiempo de sobra y mientras esperábamos se ha estado preguntando cuántos se iban a quedar a comer, pero las horas de los buses de vuelta ha sido disuasorias y al final, sin que sirva de precedente, nadie se ha quedado a comer. 

A lo bonito y variado del paseo, se ha añadido una mañana soleada con brisa de mar. Hemos andado sin prisas, con tranquilidad y buen ambiente entre nosotros y nosotras. Hemos pasado por delante de edificios preciosos, por un puerto, por una iglesia y un faro impresionantes, por dos playas, por restos mineros, por acantilados, por prados, por industrias y finalmente por una zona de bosque. Vamos, que no nos ha faltado de nada, excepto el habitual espectáculo de los bufones, y es que tampoco se trata de pedir todo. 



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