viernes, 26 de junio de 2020

Nausea

Esa es la palabra más adecuada para expresar mi estado físico y mental del momento. Ante la angustia de sentir cómo sufren y cómo mueren tantos conciudadanos, no importa si conocidos o no, uno no puede soportar el gallinero mal oliente que han montado los responsables de sacar al país de ésta pandemia, cada cual desde el lugar  que las urnas le han otorgado. En unas sesiones, supuestamente de control, solamente hemos escuchado insultos, calumnias, datos falsos  e incluso groserías. Ni que decir tiene que en las redes sociales esas expresiones subían esponencialmente de tono, a parte de la cantidad de bulos sin fundamente que se han puesto a rodar por ellas. Por si fuera poco, hemos tenido que aguantar que representantes públicos hayan estado promocionando altercados y actividades fuera del orden vigente en la alerta. Todo un plan perfectamente orquestado  de poner palos en las ruedas para que el que dirige se derrumbe y se le pueda echar de su puesto. Quizás se podría esperar de una oposición responsable el señalar lo que se considera inadecuado, eso sí, aportando alternativas o nuevas sugerencias. Creo que así se las podría considerar sesiones de control.

Si estuviésemos en la Edad Media o en tiempos del Antiguo Testamento, nos dirían que la pandemia ha sido un castigo justo por nuestros pecados, que deben ser gravísimos, dado el alcance del desastre provocado por tan demoníaco elemento. Pero, he te aquí que, por si pensáramos que esto solo pasaba entonces, han aparecido -que yo sepa- un cardenal y el papa emérito para recordarnos que es el mismísimo diablo que ha tomado cuerpo de virus mortífero. Pues con los españoles se ha cebado doblemente porque además de la pandemia, se nos ha castigado con semejantes representantes y gestores públicos, a los que hay que añadir los jerarcas eclesiales de ese pelo. Nos cabe el consuelo de esperar que, en vez de deberse a nuestras perfidias, haya sido porque somos buenísimos y, como  al justo Job, se nos ha puesto a aprueba por ello para aquilatar nuestra bondad.

Castigos divinos aparte, sí creo que esto ha sido un puñetazo en la mesa para llamarnos al orden. Nos ha mostrado que sí estamos metidos hasta el cuello en un desorden global, que deja pálido a la colección de pecados que nos enseñaron de pequeños -al menos a los más mayores porque los menos mayores no se empanan de esas materias-. Un desorden que se mantenía porque los que podrían ir arreglándolo miraban para otra parte seguros de su orden establecido. Nos hemos encontrado con atenciones sanitarias y sociales deficitarias, brecha social, multiplicación de la pobreza, desastre ecológico... aquí y en todos los países y continentes por donde se está extendiendo la pandemia. Menos mal que parece que a última hora comenzamos a escuchar por aquí la palabra "acuerdos" -políticos, económicos o sociales-, cual oasis en este desierto inhabitable.

Ahora que parece que lo más grave está al menos contenido, se apela a la responsabilidad personal y colectiva. Sin embargo, nos estamos encontrando con un nivel de inconsciencia y despreocupación alarmantes. Estas actitudes también me revuelven el estómago. Esta vez pensando en los esfuerzos de tantos profesionales que se han dejado la vida en salvar la de otros, en la cantidad de voluntariado de todo tipo que ha estado al pie del cañón o por las miles de iniciativas institucionales y ciudadanas que han surgido espontáneamente para hacer llevadera la cuarentena... Y los bien pensantes o los publicistas nos sueltan eslóganes del tipo "de esta vamos a salir juntos". Algo me dice que lo de salir es más bien dudoso -que rebrotes no faltan- y lo de juntos no se lo creen ni ellos. Se me antoja que nos encontramos en una situación extraña de esquizofrenia  colectiva. Por una parte, se están buscando dentro y fuera recursos y parches para que el barco de la nación no se vaya a pique, mientras, por otra, una mayoría nada despreciable de la ciudadanía -y no solo de jóvenes- lo que quiere es sencillamente retomar la vida donde la dejamos y que le arreglen lo suyo. Y a estos, lo de que nadie se quede descolgado o sin recursos, se la trae al pairo.

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