jueves, 16 de junio de 2016

¡Qué país de...!

No me puedo aguantar de indignación ante las últimas noticias de tribunales. Resulta que el mayor y más descarado de los chorizos banqueros, el señor Conde, se puede plantar en la calle por la bagatela de 300.000 €, cantidad al alcance del ciudadano medio que en caso de apuro se puede librar del trullo. Al señor Fabra, al que le están saliendo más pufos en la gestión de la sanidad de Castellón -por si ya tuviera pocos- le dan permisos de salida con el tercer grado. Y así podría seguir con la lista de los peces gordos que se van de rositas porque se pueden pagar unos abogados carísimos y se saben las trampas antes que las leyes.

Cara B. Un ciudadano con 18 años hizo la tontería de robar un bici y ahora con trabajo, mujer en paro y dos hijos se tiene que ir a la cárcel y encima habrá tenido la cara dura de pedir el indulto. Otro tuvo la ocurrencia de trampear con una tarjeta de crédito para pagar 75 € y después de varios años, teniendo ya una vida normal, tiene que ir a la trena porque no le han concedido el indulto. Estos no tiene las trescientasmil del ala, ni los superabogados y por más que la gente de su pueblo haga protestas, para los jueces y para el gobierno es como quien oye llover. Es verdad que quien hace la tiene que pagar, pero lo desproporcionado de las sentencias me parece palmario. Existen medidas alternativas que no atacan a la dignidad de la persona, ni les destrozan la vida a ellos y a sus familias. Menos mal que todos somos iguales ante la ley que si no...

Para estas minucias no hay espacio en los debates actuales, como tampoco lo ha habido para el tema de las mujeres maltratadas o asesinadas por los bestias con los que se fueron a juntar. Se intercambian acusaciones y dicen que van a endurecer las leyes pero los peces gordos igual adelgazan un poco, pero siguen saliendo a flote y se quedan con lo que han robado.
Y es que estamos en una "civilización de la riqueza", sobre la que está cimentada este tipo de democracia, que se basa en que unos acumulan la riqueza y otros, los más, se las arreglen como puedan y si no es que son unos inútiles o unos vagos. Por más  votaciones que hagamos no vamos a conseguir salir de esta encerrona. Hoy he recordado lo que el mártir Ellacuría llamaba "civilización de la pobreza" o de los que se tienen que pelear la existencia. Es la única civilización que garantiza, en primer lugar, el respeto a la dignidad humana y después la igualdad de oportunidades y la promoción para que todos puedan tener la posibilidad de una vida digna. Para esto, puede que las votaciones sean importantes o, incluso, necesarias, pero hace falta mucho más y, si no estamos en ello, seguiremos siendo un país de...

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