En este año 2016 el aniversario del 15M ha coincidido con el domingo de Pentecostés. Me ha llamado la atención esta curiosa coincidencia. Tal como rezan las lecturas de la liturgia, los seguidores de Jesús estaban llenos de miedo, ocultos y cuando recibieron el soplo y el fuego del Espíritu salieron sin miedo a la calle y proclamaron el mensaje transmitido por Jesús a todas las gentes que llegaban a Jerusalén. Después se enfrentaron, si miedo alguno, a las mismas autoridades que habían ajusticiado a su maestro y pusieron en marcha una sociedad alternativa: compartían sus bienes, cuidaban a los huérfanos y a las viudas e incluso vendían propiedades para que a los más pobres no les faltara lo fundamental. Aliviaban el sufrimiento de los que sufrían enfermedades y compartían el pan en sus celebraciones. Y así se ganaron el respeto y la simpatía del pueblo, aunque con el devenir del tiempo las autoridades les pasaran una factura similar a la de su maestro. Todo un programa que para sí lo quisiera más de un desahuciado o parado de larga duración.
Después de los años más duros de la mal llamada crisis -o expolio fríamente calculado de las clases media y trabajadora para engordar mercados y especuladores- todo parecía estar bajo control. Todo el mundo tenía miedo, no se movía nadie y algunos carrozas que nos batimos el cobre en otros tiempos veíamos desolados que el inconformismo y las ganas de luchar se estaban quedando en el olvido. De repente se levantó un remolino que acabó en tifón y alteró toda la atmósfera. El ambiente se llenó de clamores indignados y sus gritos se fueron haciendo eco por toda la geografía. Los gobiernos y algunos partidos intentaron ningunear lo que consideraron una fiebre pasajera. Otros partidos intentaron aprovecharse de ello para airear sus programas e intentar salir de su ostracismo. Pero ese vendaval había cambiado algo fundamental: había quitado el miedo y la parálisis y sus voces siguieron aumentado en mareas y otros movimientos populares. Al poco tiempo las urnas comenzaron a poner nerviosos a los poderosos porque aquellos clamores estaban cuajando en propuestas concretas que les podían alterar sus planes y mover sus sillones. Como les pasó a aquellos cristianos primitivos, a éstos movimientos les están preparando las típicas cazas de brujas para desprestigiarles, demonizarles y hacer caer sobre ellos la culpa de todos los males que por su maldad le puedan llover al pueblo.
"Veni creator Spiritus" es el clamor que figura en el himno de esta festividad. Un clamor que pide creación y que exige a la vez una respuesta de creatividad. Un clamor que puede ir de la mano con los clamores de las calles, de los desahuciados, de los despojados, de los "precariados", de los emigrantes, de los desheredados... Un clamor que pueda unir todos esos clamores para que cristalicen en propuestas y políticas que apunten hacia una sociedad lo más parecida posible a la que organizaron aquellos visionarios del siglo primero siguiendo la enseñanza de Jesús. Se consiga algo o no lo que no podrá faltar nunca son los clamores, la garantía de que hay una conciencia que no se deja apagar y que puede prender fuego en cualquier situación."Imple superna gratia quae tu creasti pectora": llena a rebosar con toda tu fuerza los pechos que tú creaste. Que no decaiga.
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