Ayer lo medios de comunicación de Euskadi destacaron el informe de la Ertzaintza sobre las estadísticas de maltrato de hijos a padres, sobre todo madres. Hablaban de cerca de 400 casos denunciados, lo que hace prever que los ocultados, por vergüenza o miedo, podrían superar ese número con creces. Es cierto que en diversos municipios del país se ha comenzado a poner en marcha programas para tratar estos casos, aparte del uso inmoral que hacen de los mismos las televisiones basura. Dichos programas pueden aspirar a paliar la situación de sufrimiento de esos padres, los jueces pueden tomar medidas de alejamiento ...pero el problema de fondo va a ser casi imposible de solucionar. Esos chicos y chicas, que según parece éstas van en aumento, necesitarían todo un tratamiento del nivel de los que se aplican a los toxicómanos en las comunidades de desintoxicación, sin perder de vista el seguimiento posterior. Dentro de su agresividad y su violencia puede resultar que sean los más débiles porque les faltan recursos elementales para desarrollar una vida digna y feliz: no tienen resistencia a la frustración, se creen dueños de sus vidas y no saben y no admiten que les digan qué pueden hacer con ellas, no tienen referencias positivas lo que les hace tomar decisiones alocadas y peligrosas para ellos mismos y para quienes les rodean. Necesitan un tratamiento de choque para que puedan adquirir bases de resiliencia que les empujen para salir de ese infierno en el que viven y que en el que envuelven a los suyos. En realidad puede que sean los más infelices y los que más sufren, porque en la medida en que se siguen saliendo con la suya aumenta su ansiedad y la espiral de su violencia acabará por hundirles en un remolino autodestructivo.
Es fácil decir que esto se venía venir. En mi reciente entrada sobre Roy expuse un caso en el que el maltrato tenía otras connotaciones y se daba en otros contextos, como consecuencia de la violencia machista vivida en el hogar. Este tipo de maltrato psicológico y físico, tanto contra las personas como contra los bienes familiares, tiene otro cariz y, como tantas cosas de la vida, se van cociendo poco a poco pero luego salen a flote y ya es tarde. Con la llegada de la democracia se decía que nos hallábamos con la ley del péndulo, antes estaba todo prohibido así que luego todo permitido. Era un tópico, pero el tiempo nos ha hecho ver que tuvo sus consecuencias, sobre todo en la plaga de drogadicciones que se produjeron. Luego han venido los tiempos de vacas gordas y se ha tenido la sensación de que había que aprovechar la vida y que podíamos con todos los caprichos de los pequeños. Poco a poco nos fuimos dando cuenta de que iba in crescendo la falta al respeto a los mayores, a los espacios y al mobiliario públicos, a los profesores y profesoras... hasta que se está llegando al fondo de la cuestión cuando se destapan las agresiones parentales.
Antes de escribir esto me he dedicado a repasar todos las entradas de mi etiqueta dedicada a la educación y de algunas historias de mi vida y me ha resultado ver que las inquietudes que reflejaba en ellas han ido cristalizando en situaciones de este tipo. No se puede reducir la escusa a lo que he leído en algunos medios de comunicación de que, como se deja la educación a la escuela, la familia se lava las manos y luego pasa lo que pasa. Voy a intentar a hacer un decálogo de las observaciones, que he ido apuntando a lo largo del blog, para predecir posibles maltratos del tipo que nos ocupan y otros, no menos dolorosos aunque no se les dé esa categoría.
1.- No lo diga nunca que no
3.- Acostumbre a su criatura a estar rodeada de muchos adultos adorándole y riéndole todas las gracias por muy desagradables que sean
4.- No le acompañe en sus juegos ni se preocupe de cómo ni con quién los hacen
5.- Permítale que insulte y pegue a los adultos que osen no hacerle caso o darles lo que quieren
6.- Si las maestras o maestros le llaman al orden o le imponen sanciones por su comportamiento, vaya usted a denunciarles
7.- Dele todo el dinero que le pida y no controle en qué se lo gasta
8.- Permítale que tenga llave de casa y que la utilice habitualmente sin su presencia
9.- No le acostumbre a hablar las cosas en familia y a dialogar entre todos, porque igual se aburre.
10.- Mándele cosas y luego no le importe el que las cumpla o no
11.- De los horarios de entrada y salida ni se discute.
12.- Procure estar discutiendo con su pareja, y su familia correspondiente, sobre quién está maleducándolo
13.- Al primer grito que le dé usted achante, porque como no se puede hablar con él o ella no queda otra que aguantar, además si le planta cara igual le puede denunciar.
14.- Ante los primeros problemas que le empiecen a superar no se le ocurra acudir a los servicios públicos socioeducativos, porque qué van a decir de nosotros.
15.- Si no quiere estudiar o ir a clase qué le vamos a hacer
Y así, poco a poco y suma y sigue, hasta que se vea metido hasta el cuello en unos fregados y en unos callejones sin salida que acaban estallando en la cara de los más cercanos, que para eso están. Lo dicho de aquellos polvos, estos lodos.
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