miércoles, 9 de octubre de 2013

La necedad y la ambigüedad de los macroinformes

Resulta que en España estamos a la cola en cuestión de matemáticas y de comprensión lectora. O sea, que en matemáticas somos unos zotes y que no entendemos lo que leemos, si es que leemos algo. Desde Europa han llegado a esta tremenda conclusión después de haber aplicado el sesudo examen del PIAS a los adultos -El PIAS es un prueba de competencias que se pasa a los alumnos para determinar la calidad de los conocimientos adquiridos en su currículo escolar-. Lo que me ha dejado del todo perplejo es enterarme que en el concepto de adulto entra la población desde los 16 a los 65 años. O sea, que han metido en el mismo saco a los que acaban de terminar la ESO y a los que, como yo, comenzamos a estudiar con el pizarrín y a cantar las tablas de multiplicar, pasando por los inúmeros planes de estudios y de las mejoras de los mismos ¿Me puede decir alguien qué conclusiones se pueden sacar de tamaña mezcolanza y qué credibilidad se le puede dar? Pues bien, el señor Wert sí ha sacado una rápidamente, mejor dos de una misma atacada. La culpa la tiene el plan anterior de los socialistas y la solución está en su plan que se nos va a imponer por absolutismo parlamentario, mal que nos pese, para redimir a España de la incompetencia. No entiendo cómo la clase política se puede cegar tanto en el corto plazo y es incapaz de resistirse a la tentación de utilizar lo primero que pilla para atacar a los contrarios, sin llegar a calibrar el ridículo en el que puedan incurrir.

Vamos a hacer un poquito de historia. Las personas de mi generación, y de algunas más jóvenes, de Barakaldo y de poblaciones enteras de carácter obrero y rural que hemos cursados estudios universitarios somos un puñadito de privilegiados que  no suponemos ni el 10%. O eran los hijos de algún enchufado del régimen, de algún comerciante o directivo con cierto nivel económico o se dejaron reclutar en algún seminario de frailes. Pasaron la reválida del cuarto del bachillerato de entonces otro puñado. La inmensa mayoría mal terminaban la escuela y o iban a aprender algún oficio o, directamente, con las cuatro reglas y sabiendo firmar y poco más, se les ponía a trabajar en el taller de alguien familiar o conocido, en la obra donde curraba su padre, en las tareas del campo... que a fuerza de estar en ello se aprende. Ya me dirán qué PISA pueden superar esas generaciones, aunque hayan sido uno de los motores del sustento familiar y de desarrollo del país por su profesionalidad y dedicación al trabajo. Ya sé que para muchos de ellos con leer los titulares de los periódicos ya han cubierto su cuota lectora, pero me pregunto si se les puede exigir algo más a estas alturas. Se les llama analfabetos que dejan mal a España y se acabó, me parece totalmente injusto.

Los señores del PP, y no solo el impresentable ministro de educación, a la hora de liarse al "y tú más" con los de las bancadas de en frente, deberán recordar lo que provocaron en la época de la "España va bien" del señor Aznar y compañía ¿Cuántos jóvenes abandonaron los estudios sin ni siquiera tener el graduado escolar de primaria para trabajar en la construcción o en la hostelería en las zonas turísticas? ¿Cuántos de ellos están ahora viviendo de las pensiones de sus padres? Al reventar la burbuja inmobiliaria era muy fácil lamentarse de que había una gran cantidad de trabajadores, aún jóvenes, cuya capacitación para reciclarse era sumamente escasa. Se les ha echado la culpa a ellos y, como dijo la senadora "que se jodan!" Ahora además son el vituperio nacional porque no tienen competencias matemática y lectora y nos dejan mal al resto de españoles. Aún así en esas generaciones que crecieron con la democracia, el acceso a las universidades y los títulos de bachiller aumentaron considerablemente por las facilidades y los apoyos que han ido teniendo las clases medias y las familias obreras estables para poder abordar los estudios de la prole. Que me digan entonces cuáles tendrían que ser los datos en estas fajas de población.

Quedaría luego analizar el dislate producido por el cachondeo político de que cada gobierno pone su plan para que el que venga detrás lo quite, o que cada comunidad autónoma campe a sus anchas sin garantizar unas bases comunes. A todo esto, llegamos a las generaciones actuales de las tabletas, los móviles de ultimísima generación, las plays de juegos... que se encuentran en una esquizofrenia vital muy curiosa. En su vida social y personal solamente saben funcionar con esos mecanismos digitales y, entre tanto, la escuela y la enseñanza en general sigue tirando de papel y boli, quitando honrosas excepciones que se lanzan a la escuela 2.0 en plan puntero. Habría que explicar cómo influye este factor en el aprendizaje y en la adquisición de competencias y si se está dando los pasos suficientes para adecuar el aprendizaje o el fomento de la lectura al momento vital de los jóvenes. 

Y ya solamente me queda llamar la atención sobre la desvergüenza que se está viviendo en los momentos actuales: recortes de profesorado, de materiales escolares, de refuerzos para los grupos con dificultades, de recursos pedagógicos, pérdidas de becas... Y los mismos que han estado haciendo este estropicio, ahora van a elevarlo a categoría de ley. Lo más indignante es que nos digan que su ley, con sus correspondiente mediadas "correctoras", es la que va a arreglar todos estos problemas de incompetencias, porque está pensada para conseguir la excelencia en los resultados educativos. Hace falta valor... y cinismo.


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