jueves, 3 de octubre de 2013

Cuando un hombre ama a una mujer...

"¡Luisfer, joder, búscame una mujer!" La primera vez que me lo dijo lo tomé como una broma de las que nos solíamos hacer cuando en otra época coincidimos trabajando en la construcción. Toño -por dejar anónimo su nombre- era uno de tantos que se vino de los campos del sur de España para ganarse la vida. Al rebufo de su hermano mayor aprendió el oficio y se fue consolidando como un buen oficial de albañil. Era como un toro bravo, de corta estatura pero musculoso hasta decir basta. Derrochaba energía y parecía que nunca se cansaba. En su tierra había practicado no sé qué modalidad de lucha lo que le daba una resistencia fuera de lo común. Por aquella época
entablamos amistad porque estábamos empeñados en la lucha por conseguir convenios justos para los troncos de la construcción y él era de los más desatacados a la hora de dar la cara y de cantarle las cuarenta al que hiciera falta. Por otra parte, residía en el mismo barrio en el que vivía mi madre, por lo que era frecuente que de vez en cuando nos encontrásemos. A mí me despidieron de la empresa en que coincidimos después de una huelga y él la dejó años después porque le hacían la vida imposible y se puso a trabajar por su cuenta, junto con su hermano. Le sobraba energía y oficio para hacer frente a lo que le viniera.

Al cabo de un tiempo, en uno de los domingos en que fui a visitar a mi madre, ésta me contó que al hermano pequeño de Herrero se le había muerto la mujer de repente. Pasó bastante tiempo hasta que volvimos a encontrarnos y me invitó a un vino. Allí fue cuando me soltó por primera vez lo de que le buscara a una mujer. En aquel ambiente no le di mayor importancia, aunque le vi algo desaliñado, cosa que puede parecer normal cuando falta la que ha estado cuidando la casa. Sin embargo, en la siguiente ocasión en que nos encontramos estábamos solos y me volvió a repetir la frase pero esta vez noté que iba muy en serio. Llevaba un aspecto muy desaliñado para lo chuleta que había sido él antes. Los ojos no le brillaban y el tono de voz era tan alicaído que rayaba en lo lúgubre. Me lo repitió dos veces como si fuese la súplica de alguien que no puede más con su vida. Aún recuerdo perfectamente el lugar y la hora en que nos encontramos. Ya no le importaba el trabajo, la echaba mucho de menos y no encontraba con quién suplir ese vacío, aunque dudaba que eso pudiera ser posible.

Supongo que las palabras, o mejor, la arenga que le solté con toda mi buena voluntad no sirvieron de nada. Me dejó tan impresionado que, iluso de mí, me llegué a convencer de que en algún lado podría encontrarle una compañera. En aquellos tiempos no había internet, ni era pensable para un currela de la construcción acudir a uno de esos lugares donde se encontraban solteros y solteras. Estuve a punto de abordar a una conocida que estaba en una situación similar, pero a la inversa. Lo fui dejando y, como pasa en estos casos, se me fue el santo al cielo. Dos años después de ese encuentro, un domingo mi madre me comunicó que a Toño le habían dado tierra. Le encontraron muerto. Se había desmejorado mucho y parece ser que tenía algo grave, pero como no se cuidaba... Creo que siempre he sabido la enfermedad que este compañero tenía. Estoy seguro que murió de tristeza y esa enfermedad tiene muy mal remedio. A mí me dejó muy tocado porque al menos a mí me lo había contado y no supe o no pude hacer nada. A pesar de los años que han pasado aún me viene a la memoria su figura en lugares o en circunstancias que habíamos compartido. Como recuerdo le quiero dedicar esta música que casi todos sabemos de memoria y que me ha inspirado el título de este post. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario