Hace 15 días tuve el honor de asistir a la entrega del premio "Barakaldo solidario" que otorga la Fundación Miranda y el Ayuntamiento a una persona entrañable en este pueblo por la labor que desarrolló y la entrega con la que la llevó a cabo: Mª Jesús la eterna asistente social de Cáritas cuando no había ningún otro sitio donde acudir. Esta mujer me ha parecido desde siempre la síntesis encarnada de una profesional como la copa de un pino y, a la vez, voluntaria y militante hasta la médula. Me he alegrado infinito por este reconocimiento que hace un poco de justicia a su trayectoria y al triste final de su carrera, en el que fue defenestrada sin ningún miramiento por el fundamentalismo ilustrado del clero local. Hace un año escribí la presentación de su candidatura a este premio y hoy la adjunto aquí.
"Proponemos a la baracaldesa Mª Jesús Lanza candidata al premio como reconocimiento a la trayectoria de su vida profesional y personal dedicada enteramente a la promoción y a la ayuda de familias y personas desfavorecidas, lo que la convirtió en toda una institución de este pueblo en momentos difíciles y escasos en recursos sociales.
Con esta presentación pretendemos, en primer lugar, hacer un reconocimiento público de su gran talla humana y profesional y, así, hacer visible el agradecimiento de todos los que estamos en deuda con ella por lo que hemos aprendido de su dedicación incondicional y de su buen hacer en el trabajo social. En segundo lugar,creemos que no se pueden dejar perder en el olvido a profesionales como Mª Jesús a la que tantas familias deben el haber sobrevivido en situaciones de penuria y de sufrimiento, aunque su trabajo no apareciera en la primera página de los periódicos porque siempre lo fue haciendo con suma delicadeza y sin hacer ruido.
Mª Jesús comenzó su trayectoria en la adolescencia participando en la asociación católica de las Hijas de María. En el contexto de los compromisos propios de esta asociación, sus miembros visitaban enfermos, acompañaban a ancianos, ayudaban a familias pobres... Estas actividades supusieron su primer contacto con ese mundo que la mayoría prefiere no ver o imaginarse que existe sólo en las películas, el mundo de los desfavorecidos. Esta experiencia marcó su vida porque a través de ella encontró la vocación que ha orientado su trayectoria y a la que ha sido fiel hasta el último segundo de su trabajo.
Pero sus inquietudes le llevaron a no conformarse con unas meras actividades. Comprendió que se necesitaba dar respuestas adecuadas y dignas a esas personas y por ello debía formarse. Así consiguió profesionalizarse sin perder el sentido y la dedicación del voluntariado. De hecho rechazó ofertas profesionales de algunas empresas importantes del entorno bastante más sustanciosas y aparentes que su trabajo social. Ella siempre declaraba que su vida estaba dedicada por entero a los desfavorecidos.
Mª Jesús perteneció a ese grupo de trabajadoras sociales que en su época vieron la necesidad de ir más allá de las donaciones o ayudas benéficas. En ese sentido fue una incansable luchadora para que las instituciones públicas asumiesen la obligación de crear recursos sociales cuando nadie hablaba de eso. En ese aspecto se mostraba infatigable ante los responsables institucionales planteando iniciativas de tipo económico y exigiendo mejoras sociales.
A este respecto, estuvo presente en la promoción de recursos para los minusválidos psíquicos, en la creación de guarderías, en las primeras respuestas a la virulenta aparición de la droga en Barakaldo, en dignificar la atención de los primeros casos de sida, en organizar colonias de verano para los niños de familias sin recursos... En el momento en que comenzó la gran amenaza del paro con los primeros despidos masivos de grandes empresas tuvo una intuición que supuso una primera piedra para la consecución del salario social. En aquella época las familias afectadas solamente contaban con unas subvenciones municipales muy limitadas. Mª Jesús consiguió que Cáritas creara una bolsa económica para completar dichas subvenciones. Cada familia recibía regularmente su cheque y así se podía asegurar lo mínimo para sobrevivir con dignidad.
Otra de las facetas más importante de su labor fue la movilización de voluntariado. Siempre procuró que los voluntarios y las voluntarias estuviesen debidamente coordinados con profesionales. A la vez tuvo sumo cuidado en mantenerlos unidos y procurando que entre ellos reinase la armonía y buen ambiente. Ella, a pesar de las condiciones en que trabajaba y los graves dificultades con que se encontraba, nunca dejó de realizar su tarea con alegría y esperanza contagiando de optimismo a sus colaboradores o las jóvenes que hacían prácticas con ella. Era raro que se diese por vencida. Este contagio ha sido la formación más importante que ha transmitido a las trabajadoras sociales que se formaron o trabajaron con ella.
En todas estas actuaciones podemos percibir los primeros pasos en la modernización del trabajo social a la hora de superar el concepto paternalista y decimonónico de la beneficencia pública y del caritativismo eclesiástico. A través de ellas podemos vislumbrar mejoras que han sido asumidas posteriormente: trato digno a las personas desfavorecidas, evitar a toda costa la estigmatización de los minusválidos o de los afectados por adicciones, creación de recursos sociales públicos y accesibles para todos, promoción y formación del voluntariado...
A todo esto queda por añadir lo que más admiración nos ha causado a todos los que la hemos conocido de cerca: su entrega y dedicación total e incansable. Nunca tuvo horarios ni tuvo en cuenta sus propios intereses. Podía estar atendiendo a cualquier necesitado a las tantas de la noche incluso en su propia casa. Así puso en riesgo incluso su propia salud. Más que poner semillas para favorecer el buen hacer del trabajo social, ella misma ha sido la semilla con su dedicación oculta y silenciosa pero, al final, fructífera.
Por todo ello, como expresábamos al principio, consideramos a Mª Jesús Lanza digna merecedora de este premio, que viene a ser un reconocimiento público de este pueblo a una hija suya que le ha dedicado su vida con entrega incondicional e intachable profesionalidad."
Con esta presentación pretendemos, en primer lugar, hacer un reconocimiento público de su gran talla humana y profesional y, así, hacer visible el agradecimiento de todos los que estamos en deuda con ella por lo que hemos aprendido de su dedicación incondicional y de su buen hacer en el trabajo social. En segundo lugar,creemos que no se pueden dejar perder en el olvido a profesionales como Mª Jesús a la que tantas familias deben el haber sobrevivido en situaciones de penuria y de sufrimiento, aunque su trabajo no apareciera en la primera página de los periódicos porque siempre lo fue haciendo con suma delicadeza y sin hacer ruido.
Mª Jesús comenzó su trayectoria en la adolescencia participando en la asociación católica de las Hijas de María. En el contexto de los compromisos propios de esta asociación, sus miembros visitaban enfermos, acompañaban a ancianos, ayudaban a familias pobres... Estas actividades supusieron su primer contacto con ese mundo que la mayoría prefiere no ver o imaginarse que existe sólo en las películas, el mundo de los desfavorecidos. Esta experiencia marcó su vida porque a través de ella encontró la vocación que ha orientado su trayectoria y a la que ha sido fiel hasta el último segundo de su trabajo.
Pero sus inquietudes le llevaron a no conformarse con unas meras actividades. Comprendió que se necesitaba dar respuestas adecuadas y dignas a esas personas y por ello debía formarse. Así consiguió profesionalizarse sin perder el sentido y la dedicación del voluntariado. De hecho rechazó ofertas profesionales de algunas empresas importantes del entorno bastante más sustanciosas y aparentes que su trabajo social. Ella siempre declaraba que su vida estaba dedicada por entero a los desfavorecidos.
Mª Jesús perteneció a ese grupo de trabajadoras sociales que en su época vieron la necesidad de ir más allá de las donaciones o ayudas benéficas. En ese sentido fue una incansable luchadora para que las instituciones públicas asumiesen la obligación de crear recursos sociales cuando nadie hablaba de eso. En ese aspecto se mostraba infatigable ante los responsables institucionales planteando iniciativas de tipo económico y exigiendo mejoras sociales.
A este respecto, estuvo presente en la promoción de recursos para los minusválidos psíquicos, en la creación de guarderías, en las primeras respuestas a la virulenta aparición de la droga en Barakaldo, en dignificar la atención de los primeros casos de sida, en organizar colonias de verano para los niños de familias sin recursos... En el momento en que comenzó la gran amenaza del paro con los primeros despidos masivos de grandes empresas tuvo una intuición que supuso una primera piedra para la consecución del salario social. En aquella época las familias afectadas solamente contaban con unas subvenciones municipales muy limitadas. Mª Jesús consiguió que Cáritas creara una bolsa económica para completar dichas subvenciones. Cada familia recibía regularmente su cheque y así se podía asegurar lo mínimo para sobrevivir con dignidad.
Otra de las facetas más importante de su labor fue la movilización de voluntariado. Siempre procuró que los voluntarios y las voluntarias estuviesen debidamente coordinados con profesionales. A la vez tuvo sumo cuidado en mantenerlos unidos y procurando que entre ellos reinase la armonía y buen ambiente. Ella, a pesar de las condiciones en que trabajaba y los graves dificultades con que se encontraba, nunca dejó de realizar su tarea con alegría y esperanza contagiando de optimismo a sus colaboradores o las jóvenes que hacían prácticas con ella. Era raro que se diese por vencida. Este contagio ha sido la formación más importante que ha transmitido a las trabajadoras sociales que se formaron o trabajaron con ella.
En todas estas actuaciones podemos percibir los primeros pasos en la modernización del trabajo social a la hora de superar el concepto paternalista y decimonónico de la beneficencia pública y del caritativismo eclesiástico. A través de ellas podemos vislumbrar mejoras que han sido asumidas posteriormente: trato digno a las personas desfavorecidas, evitar a toda costa la estigmatización de los minusválidos o de los afectados por adicciones, creación de recursos sociales públicos y accesibles para todos, promoción y formación del voluntariado...
A todo esto queda por añadir lo que más admiración nos ha causado a todos los que la hemos conocido de cerca: su entrega y dedicación total e incansable. Nunca tuvo horarios ni tuvo en cuenta sus propios intereses. Podía estar atendiendo a cualquier necesitado a las tantas de la noche incluso en su propia casa. Así puso en riesgo incluso su propia salud. Más que poner semillas para favorecer el buen hacer del trabajo social, ella misma ha sido la semilla con su dedicación oculta y silenciosa pero, al final, fructífera.
Por todo ello, como expresábamos al principio, consideramos a Mª Jesús Lanza digna merecedora de este premio, que viene a ser un reconocimiento público de este pueblo a una hija suya que le ha dedicado su vida con entrega incondicional e intachable profesionalidad."
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