El pasado día 14 del presente mes a las 20 horas me cayeron los 61 años. Aún no me había familiarizado con el 6 y ya ha pasado un año. Ha sido un día memorable gracias a María y a Irene. No sé por qué se da ese fenómeno de no tener conciencia de que la mitad razonable de vida se ha quedado muy atrás, mientras que aún se siente uno con ganas de hacer algo nuevo. Ese algo no se refiere a cosas, trabajos, viajes, proyectos... sino que es más profundo porque se trata de seguir dando vida a partes de mi propio ser que aún quedan por crear. Siento que es algo así lo que me puede mantener vital, con la vista puesta en el horizonte sin que me importe medir la distancia que me pueda separar de él. Por otra parte, sigo preparándome para la última etapa pero sin querer quemar el presente, sino intentando sacarle el mayor jugo posible.
En algunos momentos se me pasan por la mente, como vídeos improvisados, escenas de mi vida. De algunas siento una vergüenza increíble y con otras puedo emocionarme o partirme de risa. He llegado a la concusión de que a estas alturas de la vida no conviene erigirse en juez implacable, sino practicar la comprensión con uno mismo, con sus debilidades, con sus locuras o con sus limitaciones y tomarse con sano humor el pasado. No quiero, por otra parte, caer en la falacia que oculta aquello de que "todo tiempo pasado fue mejor", pues estoy convencido de que lo mejor está aún por llegar. No me queda sino dar gracias a Dios por haberme regalado esta vida y los compañeros de camino de los que he disfrutado en las diversas etapas de mi vida, por haberme dado algún pescozón que otro cuando lo he precisado para no torcer el rumbo y por hinchar mis velas día a día con su espíritu.
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