Estamos en tiempo de Pentecostés, en tiempo del Espíritu. De ese elemento que no somos capaces de definir, ni de palpar pero que sentimos constantemente ya sea por su presencia como por su ausencia. Unos creemos que es una de las formas que tenemos los humanos de poder percibir la presencia y el impluso de Dios, bajo el título que nuestra educación o nuestra situación geográfica nos hayan deparado. Otros lo pueden llamar o considerar de otras maneras, tan importantes como la nuestra, pero lo que podemos desear en este tiempo es que el Espíritu no le falte a nadie: a ningún ser humano, a ningún pueblo, a ningún ser vivo, a nuestra Tierra.
Recuerdo que en mis estudios de filosofía disfruté lo mío con un trabajo que me tocó hacer sobre un autor francés de principios del siglo XX. Recientemente he vuelto a releer su obra y he vuelto a disfrutar con ella: "L' elan vital" de Henry Bergson . Bergson defendía que la naturaleza, desde las primeras células vivas que aparecieron en el planeta, está dotada de un impulso vital que la ha llevado a desarrollar todas las especies, vegetales, animales y humana. Este impulso que lleva dentro de sí la materia ha llegado a su cumbre en la conciencia humana y en la posiblidad de que los hombres formen sociedades basadas en la colaboración y en la ayuda mutua. Estoy convencido, a pesar de lo que se pueda ver a simple vista, de que existen estas sociedades en pequeños ámbitos y que, hoy en día, tenemos serios problemas para conocerlas y darlas a conocer porque no salen en televisión, ni son noticiables por carecer de interés informativo. También estoy convencido de que la existencia de estos grupos humanos no responden a visiones utópicas sino que son realidades de carne y hueso, aunque posiblemente ni sean conscientes ellas mismas de la importancia de su existencia. Pueden estar formadas por personas creyentes o no creyentes, en sociedades cultas y desarrolladas o primitivas y más naturales, pueden llamarse comunidades, tribus, asociaciones ...lo que importa es que ponen la vida digna de todos por encima de otros intereses
En este tiempo en el que prima el imperio de los tiburones economicistas, que están rompiendo esa trayectoria del impulso vital y que están depredando el planeta, hace falta más que nunca sentir y sufrir la ausencia de este Espíritu. Precisamente es esa ausencia la que nos puede hacer reaccionar y ponernos manos a la obra para materializar y hacer palpable su impulso. Creo, y a la vez espero, que nunca llegarán a fagozitar del todo esos pequeños núcleos fieles al impulso del Espíritu. Son, a mi entender, las células madre imprescindibles para multiplicarse y para dar a luz una nueva concepción de la vida, del desarrollo, de la convivencia con todos los seres y con el planeta. Por eso he comenzado deseando la presencia del Espíritu para todos.
He escrito este post en verde porque es lo que más falta nos hace en estos momentos de catástrofe y de agoreros catastrofistas: el verde de Pentescostés, el verde de la recuperación, el verde de la esperanza de que el futuro que queremos para nuestra madre Tierra sea de este color.
"VENI CREATOR SPIRITUS".
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