Antesdeayer me encontré con uno de los profesores de formación básica del CIP. Estaba buscando en el archivo adjunto a mi despacho un video sobre la evolución de las especies. Dentro de las clases de recuperación de ciencias naturales salió el nombre de Darwin y se percató de que los de esa clase no habían oído nunca hablar de tal señor. Le pareció extraño que chicos de 16 ó 17 años no tuvieran noticia alguna de la evolución de las especies. Entonces comenzó a hablar de los primeros homínidos y de su parecido con los monos. Ante su estupor recibió un abucheo de un sector de la clase que se dio por ofendido. El más pasota le recriminó: "¡Qué me estás contando, tío! ¡Tú te creerás eso!" Y se rieron del profesor como quien dice el mono serás tú.
Esta anécdota puede considerarse un chiste de malos estudiantes, pero yendo al fondo de la cuestión surgen unas preguntas que, al final, pueden resultar sangrantes ¿Qué se ha hecho con estos chicos en 13 ó 14 años de escolarización obligatoria? ¿Solamente tienen la culpa de esto los profesores, el sistema educativo o la mala organización de los institutos?¿De dónde les viene esa insolencia de limitar el saber a su reducido mundo o a sus apetencias inmediatas? ¿Por qué no tienen ningún interés por aprender ni se dejan enseñar?¿Qué espectativas pueden tener para la vida, más allá del plan para el finde?
Por otra parte, estas actitudes nos pueden dejar entrever una falta alarmante de criterios y de referencias positivas en este sector de la población juvenil. No me imagino qué caso puede hacer a los anuncios del uso del condón este tipo de personal después del copioso botellón de fin de semana o con un canuto de más en el cuerpo, por ejemplo. Ya les podemos dar charlas sobre la violencia de género, la resolución de conflictos... Se queda en música celestial porque sabemos cuál es su manera de reaccionar ante la mínima contrariedad o frustración. ¿Qué harán cuando tengan hijos a su cargo, qué les van a transmitir? ¿Como será su relación con la sociedad? ¿Van a estar preparados para el mundo laboral? ¿Cuántos de ellos van a acabar siendo usuarios eternos de los servicios de protección públicos? ¿No pueden llegar a ser un caldo de cultivo para desarrollar nuevos fascismos más brutales que los anteriores, como empezamos a ver en el futbol, por ejemplo?
He observado con frecuencia a grupos de este tipo de chavales: sus gustos musicales, su forma de andar, su pasividad, su limitación de vocabulario y de conceptos, su fijación por los sitios a frecuentar y por las formas de diversión, el desprecio por el afecto o por la cultura, las leyes de la jungla del asfalto que les rige, los liderazgos negativos, el gusto por el uso de la fuerza, su obsesión por los consumos desmesurados... Después de ver todo esto se me antoja que hay un sector de adolescentes que llevan una trayectoria inversa a la evolución del homo sapiens sapiens, y que se rigen por conductas cada vez más primarias, esto es, parece que evolucionan hacia un universo de primates.
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