Después de 20 años de servicio eficaz a los jóvenes que necesitaban una segunda oportunidad para rehacer su formación, alguien ha decretado que se carga los CIP y lo está haciendo a la brava y con tortura incluida para profesores, ayuntamientos y demás responsables.
Ante la obligación de acatar una ley de rango superior, la consejería de educación del G.V. ha decidido, por su cuenta sin consultar a los interesados, sustituir los programas de garantía social -enseñanza no reglada- que se imparten en los CIP por los programas de cualificación profesional inicial -enseñanza reglada- que la última ley de educación obliga a crear como salida a los alumnos que no han terminado la ESO con éxito. De entrada puede parecer que es la misma población que estamos atendiendo en los CIP. Pero cuando se estudia el contenido y los niveles que marcan los nuevos programas lo primero que se ve es que no responde a la realidad del 95% de los alumnos que están en los CIP.
A primera vista se puede pensar que este salto dignifica la iniciación profesional porque le da rango de reglada. El problema se presenta cuando este salto es indigerible para este tipo de alumnos. Puede suponer un nuevo fracaso para un colectivo que ya ha fracasado en la enseñanza reglada y si se elimina la no reglada ¿qué se va a hacer con ellos?
De repente se dice que los Ayuntamientos ya tenemos que ir retirándonos porque todo pasa a competencia del GV. Se nos dan unos años de transición y,en ese período, se decreta que los Ayuntamientos y Mancomunidades tenemos que aplicar en los CIP el convenio de la concertada y adaptanos a su funcionamiento. Nos encontramos así de golpe y porrazo que, además del disparate jurídico y administrativo de considerar a los Ayuntamientos entidades privadas, no podemos aplicar dicho convenio porque el dinero adjudicado no se ajusta al funcionamiento de los CIP. No habían tenido en cuenta que la enseñanza concertada se da en centros grandes que abarcan todas o casi todas las etapas de la enseñanza, por lo que están dotados de un montón de recursos que nosotros ni olemos. A su vez funcionan con otros criterios y con una población estudiantil muy distinta
En su día, antes de que saliera el decreto, pasaron revista a todos los CIP para ver sus instalaciones, sus listas,las titulaciones de su profesorado... Con eso se conformaron, pero a la hora de hacer un cambio de esta envergadura nadie se puso a estudiar el funcionamieto interno y los plus de dedicación que supone la atención a este tipo de jóvenes: las tutorizaciones especiales, programas complementarios, apoyos socioeducativos... que el mismo profesorado está desarrollando. Tampoco se ha valorado las aportaciones extraordinarias, tanto económicas como humanas, que muchos Ayuntamientos están realizando para optimizar la atención a los alumnos y a sus familias.
No puedo comprender cómo se pueden tomar decisiones de este calado sin conocer previamente la realidad de los CIP y sin pedir información a los afectados. Eso sí, el departamento se ha asesorado con representantes de la concertada, así les ha salido. A fecha de hoy no sabemos aún si nos van a conceder el dinero o no, si vamos a tener que marcharnos o si va a merecer la pena seguir con los CIP.
En resumen, han entrado como elefantes en una cacharrería. Están destrozando algo que hasta ahora estaba dando buenos resultados, sin tener nada preparado para sustituirlo o para mejorarlo. Estamos en manos de un atajo de desaprensivos e incompetentes que no tienen ni un norte educativo ni un mínimo de respeto a las demás instituciones que llevan 20 años trabajando en este terreno ¿Con qué criterios se ha tomado esta decisión? ¿Qué política educativa se ha seguido para sacar del fracaso escolar a estos jóvenes? ¿Qué prioridades se han tenido en cuenta?
Y al final tendremos que volver a hablar del fracaso escolar, del abandono prematuro de la ESO, de la necesidad de crear nuevos recursos... Esperemos que haya un milagro que nos libre de esta pesadilla. Como se dice en las películas, esto no nos puede estar pasando. Creo, al menos, que no nos lo hemos merecido.
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