Recientemente ha muerto Gustavo Gutiérrez. Uno de los padres de la teología de la liberación. Para mí también uno de los referentes que me enseñó a mirar y a orientar mi vida y mi fe desde el sufrimiento injusto de los pobres. Fue un teólogo de raza con una sólida formación y con una sensibilidad extraordinaria para palpar y asumir la vida de los pobres y de los desvalidos, que poblaban -y aún pueblan- su América latina. Lógicamente, la praxis que se derivó de la teología de la liberación en el continente americano tenía poco que ver con la que se tenía que desarrollar en Europa, pero lo importante fue que nos ayudó a darnos cuenta que cualquier teología cristiana debe partir y dar respuesta a las necesidades y a los clamores de los pobres y de los que soportan sufrimientos injustos.
Tengo que dar gracias a Dios por haber puesto en uno de los momentos más cruciales de mi vida a Gustavo, y a otros compañeros suyos de la teología de la liberación, para tomar las decisiones más importantes a la hora de orientar mi fe y de hacer un proyecto de vida basado en la dedicación a las clases trabajadoras y dependientes. Gustavo, como otros tantos teólogos latinos y europeos, tuvieron que soportar el largo invierno restauracionista de los dos papas anteriores, así como el ataque continuo de estamentos jerárquicos de Roma y de no pocas conferencias episcopales. Entre todos éstos han ido consiguiendo que la teología de liberación se haya quedado considerada como un grave peligro a enterrar y que, hoy en día, no tiene nada que aportar. Precisamente cuando las diferencias sociales se están haciendo abismales: cada vez es mayor la cantidad de pobres, la cantidad de personas de clases medias que se hunden en la pobreza y cada vez es más grave su nivel de pobreza.
Creo que en este momento social, que nos ha tocado vivir, es preciso que ,tanto los creyentes como la gente de buena voluntad, podamos contar con faros como Gustavo que nos libren de perdernos en espiritualidades pseudo místicas -religiosas o laicas que solo buscan huir de la cruda realidad- y nos marquen esa nueva mística de los ojos abiertos que sea sensible y busque respuestas a los clamores de los y las que sufren injustamente las consecuencias de la pobreza, de la marginación, de la insignificancia o del abandono.
Gustavo Gutiérrez, ruega por nosotros.
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