Día 29. "Levántate senderista que ya van a dar las 8" ¡Qué va! para las 8:15 ya estábamos más de la mitad desayunando y eso que nos habían dicho que la hora del desayuno era de 8:30 a 9. Las dos mujeres que atendían al comedor no habían terminado de preparar todo y no pararon de reponer durante todo el tiempo que duró el desayuno. Pudimos prepararnos y desayunar con tranquilidad para llegar puntuales a las 10, hora prevista para la salida del autobús. Esta vez nos esperaba en una calle lateral del hotel y pudimos colocar con tranquilidad nuestros bultos en el maletero. Según se fue comentando, la atención en el hotel fue buena. Su situación céntrica favoreció los paseos por Oviedo y las habitaciones, sin grandes alaracas, eran acogedoras y con un buen baño. O sea, buena relación calidad precio.
Parte de la gente se fue al mercadillo y la mayoría optó por pasear al rededor de los muelles hasta llegar al rompeolas exterior. Pudimos observar allí cómo se había aprovechado un trozo de muro abandonado para formar con las rocas un pequeña piscina natural, a la que habían preparado unas escaleras. Resultaba un lugar interesante pero, supongo, que solo con la mar en calma. De nuevo disfrutamos de una mañana espléndida, luminosa, sin viento, el mar como un plato. En el ambiente se respiraba quietud y un aire puro teñido de salitre. Algo imposible de disfrutar en época vacacional, según se explicaba en unos pequeños murales, adosados al muro que cierra el paseo, dedicados al turismo con imágenes del famoso dibujante Mingote.
La comida fue sencilla pero buena y mejor atendida por tres jóvenes inmigrantes que se desvivieron por atendernos. Al final, por iniciativa de algunas, se pasó el platito y se les dejó una buena propina. Tampoco hubo problemas con el tema del dinero, aunque al chico, que además de servir estaba en la barra manejando el cajero, le costó entender cómo le presentamos las cuentas, por aquello de que no todos tomaron café. Al final no tuvo problemas porque tienen una maquinita de esas que tragan y cuentan billetes y monedas.
Se acordó la hora de salida para las 18. Mientras tanto el personal estuvo descansando en las terrazas o paseando por las instalaciones. Quedó como un debe el haber podido terminar con paseo por El Sardinero o similar, pero el sitio estaba lejos del centro urbano y con el conductor no estaba el horno para bollos. Y colorín colorado... antes de las ocho en Barakaldo.
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