lunes, 25 de diciembre de 2023

Belén sin Navidad

 

Postal de mi amigo Germán Payo humorista

Hace 34 siglos el pueblo hebreo, según nos informa la Biblia, decidió apoderarse de las tierras de Caná, porque eran el pueblo de Dios, y Yahveh se las había adjudicado por ser "la tierra prometida". El resto de la historia nos suena a un ir venir de exilios y restauraciones del reino, a golpe de profecías y de resistir a las influencias de otras culturas porque eran politeístas. La última restauración tiene la misma edad que yo: 1948 estado de Israel. Creo que fue un apaño de las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial para dar una respuesta a la masacre sufrida por el nacismo y, por qué no, para acallar la mala conciencia de los históricos pogromos que tuvieron que sufrir por gran parte de Europa y del antisemitismo tan impregnado desde siglos de apartheid en guetos en las sociedades occidentales. Ahora treinta siglos después estamos en las mismas, solo que en vez de estar en una zona caliente de conflictos, como siempre se la ha conocido, ya ha subido a categoría de volcán, provocado por una actuación de Hamas sin valorar las consecuencias y por la erupción de los ultraortodoxos judíos asentados en el gobierno actual, que está arrasando al pueblo palestino.


Si eso mismo lo hubiese hecho Irán, por poner un caso, se le hubiese echado encima más de medio mundo. Con esto quiero decir que el estado de Israel goza de impunidad total ante la ONU y ante el resto del mundo, incluidos los países árabes que se conforman con hacer de mediadores, si es que eso arregla algo. Se salta resoluciones, fronteras, leyes internacionales, leyes de guerra, echan a gente de sus casas, les atropellan sus derechos y siempre sacan su paraguas protector, léase USA, para que nadie les impida seguir a lo suyo. Tienen el morro de mantener el argumento que lo hacen en orden a mantener su seguridad. Esperemos que esos planes de seguridad no consistan en aniquilar a todos los palestinos y en convertir su territorio en otro desierto de ruinas inhabitable, que es lo que parece por el camino que van, así se acaba para siempre con Hamás. De la misma, decretan que los dirigentes o gobiernos que les llevan la contraria, o que simplemente les sugieren que no maten de hambre a la población civil, son pro terroristas que favorecen a Hamas y, si se cabrean, rompen sus relaciones diplomáticas por haber osado meterse con ellos.


Este genocidio sistemático y consentido es uno de esos hechos actuales que están consiguiendo mantenerme el estómago permanentemente alterado con una sensación de indignación y de impotencia que me lo atenazan. Los únicos que están que no se lo creen de júbilo serán los fabricantes de armas, a los que los cantos y las oraciones por la paz -papa Francisco incluido-, típicos de Navidad, se la traen al pairo. Para completar el lío los de Yemen, que se dicen hermanos de los de Hamas, se lían a atacar barcos en el estrecho que da al canal de Suez, para fastidiar a Israel y resulta que lo que van a conseguir es que se nos vuelvan a subir los precios a todos. O sea que sin mover un dedo estamos de nuevo metidos en otra guerra por las consecuencias que nos tocan. Solución la OTAN pone en marcha fuerzas navales para controlarles, pero a los causantes del desastre nadie se atreve a ponerles en su sitio ¡Qué mundo, Dios mío! Y nosotros de Navidad. Lo dicho: no hay Navidad sin Belén pero hoy Belén está sin Navidad y tienen para rato.


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