jueves, 25 de mayo de 2023

Lunes de senderismo 18


 Lunes 22 de mayo. Hemos estrenado un nuevo recorrido: Gordexola de punta a punta, desde Zaldu a Irazagorría. Habían predicho que igual caía algún chaparrón disperso, pero no hubo necesidad de sacar el paraguas que casi todos llevábamos en la mochila. Incluso, a partir de la parada del hamaiketako, empezaron a desaparecer sudaderas, chubasqueros o prendas similares. En la primera parte del camino la vegetación nos regaló con una preciosa bóveda de ramas y un frescor primaveral que animó la marcha. Llegamos a la torre de Zaldu y estuvimos contemplando su estructura y lo bien cuidada que está. Las torres tenían su razón de ser para defender las tierras de labranza.

Al llegar al barrio de Azkarai subimos la primera rampa con calma, incluso hubo quien departió un momento con los borriquillos del lugar. Tuvimos que estar esperando arriba al reagrupamiento para cruzar la carretera juntos, pues no hay semáforo ni paso de cebra y por ese sitio pasan bastantes camiones y está en medio de varias curvas.


A partir del cruce nos dirigimos hacia el centro del municipio por la margen derecha del río Herrerías -que procede de la zona de Llanteno al pie de la sierra Salvada y desemboca en Sodupe- hasta toparnos con la torre y palacio de Oxiandro. Estuvimos un buen rato contemplando desde fuera los blasones, los arcos del palacio y la torre. Todo el monumento y su entorno están bien cuidados.
Después de las fotos de rigor y de algún despiste, cruzamos uno de los puentes medievales que da acceso a la plaza El Molinar. Allí hicimos parada y fonda más la foto de grupo en las escaleras del quisco. Fue de agradecer que en el sótano del mismo hubiese unos baños limpios, como es clásico en otros tantos pueblos.

Seguimos ruta por la acera de la carretera que atraviesa este núcleo urbano, rodeada de notables edificaciones y casas palaciegas de indianos. De nuevo cruzamos la carretera, esta vez con semáforo, y bajamos a hacia el río por otra senda bien cementada que da paso a un palacio y luego a una serie de caseríos pintorescos. Llegamos ante la torre de Ibargoen, que apenas se ve por la vegetación que la rodea, pero nos quedamos en otro puente medieval donde reiteramos la foto de grupo. A partir de ahí llegamos de nuevo a la carretera, pero para cruzarla habían puesto paso de peatones, cosa que yo no recordaba y que me tranquilizó. Ahí comienza un bidegorri de un kilómetro más o menos que nos conduce hasta el barrio de Irazagorria. Se pasa por delante de la casa gentilicia de los Allende Salazar que tampoco se pudo ver por los árboles que han crecido a su alrededor.


Con otro cruce se accede a un camino asfaltado que bordea el río hasta llegar a la plaza de ese barrio. Tuvimos ocasión de contemplar extrañados la figura estática de una garza impresionante, que hizo dudar si era una estatua o un ave. Miguel Ángel, avezado pescador, nos explicó que es su técnica de pescar: se quedan quietas para no alarmar al pez de turno y cuando el incauto pasa confiado, picotazo y al buche, que vaya pedazo de pico que tienen. En la plaza miramos los restos de las coladas de la ferrería del lugar con las inscripciones antiguas y tuvimos que animar al personal que se estaba quedando muy atrás, y es que los buses no suelen esperar. Y aquí llegó el lío, una vez pasada la última cuesta seguimos el camino que nos iba a llevar hasta la ferrería, final del trayecto, pero sorpresa: estaba cortado. Vuelta atrás. Recordé que había otra senda que bajaba a la carretera y que atravesando otro puentecito daba salida a otra parada de la línea de Artzeniaga. Al llegar a ésta, entre la vuelta atrás y la velocidad caribeña del personal, ya se nos había hecho tarde para llegar a cubrir el recorrido final y podíamos perder el bus, así que nos quedamos en ella y en unos diez minutos se presentó.


De los veintidos que acudimos a la salida diez se bajaron en Sodupe para comer. A propósito, esta vez han cambiado de lotería y se han pasado a la ONCE a ver si por fin se pueden ir de crucero. Ha sido una mañana magnífica con buen ambiente y una naturaleza exuberante en plena primavera con flores de todo tipo. Hemos batido el récord de lentitud porque no hacíamos más que ir parándonos continuamente. Y es que el día y el entorno se lo merecían. Hubo quien sugirió que este paseo -porque ha sido un paseo- hay que repetirlo cada año, eso sí, que sea en primavera. También es de agradecer a nuestras fotógrafas la cantidad y calidad de fotos que nos han regalado.



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