En estos momentos solamente tenemos una preocupación: los refugiados sirios. El parlamento europeo, los gobiernos, las administraciones locales y autonómicas, las ONGs, Obama, el Papa, los obispos, Caritas, la prensa en todas sus modalidades, los clubs deportivos... fotos espeluznantes, entrevistas, periodistas infiltrados con reportajes de primera fila, donaciones... han tocado a arrebato. O sea que si teníamos poco con la oleada de sur a norte nos viene ahora la de este a oeste. No me quiero meter en el pantano de las opiniones sobre qué es lo que motiva semejante movilización, porque no alcanza a mi intelecto ni a mi información. Tampoco sé si la única forma de acabar de raíz con el tema de la guerra famosa, sea mandando un superejército con las debidas bendiciones o si hay que contar con el dictador o ventilarlo de paso ya que nos metemos en harina.
Claro que los motivos de carácter humanitario y caritativo -que teóricamente tendrían que ser los más importantes en esta movilización- no encajan mucho en el ideario de las principales instituciones o grupos implicados en tan espectacular ruido escénico, por lo que por sí solos no lograrían armar semejante movida. A saber lo que se mueve por debajo de este telón de acogida incondicional, con reparto de costes incluido: intereses políticos, imagen pública, morbo y carnaza para los medios, lavado de fachada o de conciencia... Todo ello envuelto en un discurso mediático de lo política y socialmente correcto, con la consiguiente satisfacción del deber cumplido por parte de nuestros mandatarios de todos los estamentos políticos y administrativos.
Tal como hoy he escuchado por la radio, ya casi sabemos cuantos vecinos sirios vamos a tener en nuestros alrededores, a no ser que sigan llegando más que no sería muy difícil. Pronto, por contra, irá asomando a los medios de comunicación desde los bajos fondos de la calle el discurso incorrecto de pueblo llano, que no entiende aquello de por qué a ellos sí y a nosotros no, o semejantes. Porque está bien el responder a esa catástrofe, pero hay gobiernos en este país que tienen otras catástrofes sin resolver -y sin importarles su solución- y no les duele un ápice seguir con su política de recortes y tente tieso en las inversiones sociales.
Además con identificar a los que las reclaman con un peligro social o con vagos que se aprovechan del dinero público, lo arreglan todo. Claro que, para cuando se empiecen a hacer notorios esos sentimientos, se tendrán preparadas las baterías en contra de la xenofobia, la insolidaridad o la falta de memoria, porque también fuimos refugiados después de nuestra guerra o tuvimos que emigrar en masa...
Se nos llena de yihadistas!! Maroto a lo suyo |
En mi vida de voluntario o de educador social, siempre me ha reventado el que los recursos públicos se muevan o se adjudiquen a golpe de modas, de consignas, de escándalos o de los típicos planes cortoplacistas de los políticos de turno: drogas, delincuencia, paro, dependencia, emigración... Todo lo que no encaje con la preocupación del momento, por muy importante que sea, o se disfraza según las exigencias del guión de la película de turno o no existe. En esto de los refugiados puede pasar más de lo mismo. A ver quién se acuerda ahora, por ejemplo, de Lampedusa o de Sicilia, más lejos quedan aún las vallas con cuchillas o las deportaciones en caliente en Ceuta y Melilla, los nadadores tiroteados, las pateras a Canarias o las balsas en el estrecho... Ahora todos los focos están en Siria y alrededores, así que ya se pueden espabilar para aprovechar su momento, porque en cuanto aparezca otra movida... si te he visto no me acuerdo.
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