lunes, 21 de abril de 2014

Primavera de 2014

Hemos podido disfrutar de unos días de vacaciones en esta semana santa en Quintanilla. Hemos tenido la oportunidad de sentirnos sumergidos en la primavera y ha sido una experiencia única que teníamos olvidada. El tiempo nos ha acompañado y ha sido primaveral auténtico. El primer día tuvimos niebla y frío. Bajamos al pantano por las peñas para ver hasta dónde llegaba el agua y tuvimos que ir bien abrigados con gorro incluído. No se le veían los ojos al puente y aún queda nieve abundante en Braña Vieja, así que podremos bañarnos bien en verano. Los demás días fueron despejados con el sol peleando con las brumas matutinas y dando calor durante el día, una tarde de tormenta y unas noches de luna llena preciosas. 

Como se puede ver en las fotos nos encontramos con los árboles de casa en flor, una mezcla de blanco y verde de los primeros brotes de las hojas. Todo daba señales de la vida que resurge de su letargo invernal, contando también con la cantidad de terneritos que chospaban alrededor de sus madres en el cercado de enfrente. En los nidos de cigüeñas de S. Vicente ya se veían a los primeros cigoñinos. El aire estaba lleno de música, trinos, silbidos, zumbidos de insectos y, como estuve trabajando en el patio trasero de la casa, pude escuchar también al pájaro carpintero que suele parar en los robles de esa zona. He descubierto de paso una nueva experiencia de lo que se puede llamar una siesta sinfónica. Suelo sentarme a leer, y sestear al mismo tiempo, debajo de los ciruelos y me llevé la sorpresa de sentirme arrullado por la nube de insectos de todo tipo que estaban libando y fecundando sus flores. Cuando me levantaba comprobaba que me habían cubierto de pétalos minúsculos que se desprenden por sus actividades.

Hemos paseado por los prados y nos hemos sumergido en medio del silencio solemne del bosque. Los robles y las hayas son más perezosos y tardan más que los frutales y los espinos en ponerse en marcha, por aquello de que su maquinaria es más pesada. Sus figuras esbeltas, aun sin hojas, se veían como recortadas por el sol del atardecer, que creaba una iluminación única.
Nos hemos encontrado con zonas que han roturado para librarlas de las argomas y para que el ganado tenga más pastos cuando lo suelten.Todo este estallido de vida ha estado envuelto en ambiente de paz y sosiego, solamente interrumpido puntualmente por las actividades típicas de los ganaderos o por los bramidos desconsolados de las vacas que se habían quedado sin sus terneros.

En fin, para nosotros ha sido una auténtica terapia que nada tiene que envidiar al más sofisticado de los balnearios. Nos ha servido para desconectar del barullo diario y para encontrarnos y sentirnos más vivos, contagiados por el ambiente. Estos días han sido un auténtico regalo. El sosiego y el silencio que nos ha envuelto ha estado preñado de sonidos, de luz, de colores, de vida y, al fin y al cabo, de Dios.


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