domingo, 17 de marzo de 2013

A su santidad Francisco

Reverendísimo padre: 


Aún no le conozco pero le deseo la mayor de las suertes y el tiento acertado para desarrollar la tarea que ha asumido, que se me antoja más que difícil, imposible. Supongo que será consciente del jardín en el que se ha metido y en el que, se supone, vivirá la última etapa de su vida a no ser que imite a su antecesor o lo maten a disgustos antes de tiempo, que de todo ha habido. Desde mi punto de vista, creo que el ambiente en el que se mete, no es el más adecuado para seguir fielmente el camino que Jesús nos marcó en el evangelio. Lo que más me preocupa es que se pueda olvidar, entre tanto boato y follones palaciegos, de que un día optó por un seguimiento y una entrega total al servicio de Dios y de los hombres y mujeres que El le encomendare. Supongo que también a día de hoy yo he pasado a ser uno de ellos, como católico que me considero, por lo que me atrevo a expresarle mis sentimientos. 

En lo que a mí me toca le pido que, ante todo, sea sincero con  los creyentes y pida perdón por si ha caído en alguna tentación, como la de favorecer a los poderosos, la del dinero, la de la debilidad de la carne, la de ser pagado de sí mismo o la de haberse alejado de los pobres de Dios, cosa difícil si es verdad la fama que le precede.  No somos quiénes para juzgarle, como han comenzado a hacer algunos, pero la mejor manera de que podamos confiar en su santidad creo que pasa por que se manifieste como uno de nosotros y sepa reconocer sus propias debilidades, que en estos tiempos que corren no es una virtud muy al uso, aunque sumamente necesaria. Así mismo, me atrevo a pedirle que, en lo que dependa de su santidad, se pueda pasar de la época de los anatemas a la de los brazos abiertos, del dogma enlatado o de la moral rigorista a dar paso a la sangre cálida del Espíritu que nos transmita la fuerza para conmover el corazón pétreo de este sistema social que está marcando el inicio del siglo XXI.

Supongo, santo padre, que es muy consciente de que está en el punto de mira de la mayoría del mundo y que no va a pasar inadvertido el más mínimo gesto o movimiento que haga. Va a estar durante estos primeros momentos sujeto a mil especulaciones y, supongo, que no faltarán presiones, más bien desde dentro que desde fuera de la Iglesia. Gestos y especulaciones aparte, no le voy a pedir que sea capaz de renovar la Iglesia de arriba a abajo y de actualizar todos sus mensajes a las perspectivas que se apuntan en este siglo XXI, dado, que teniendo en cuenta su edad, no está para hacer cabriolas y va a ser muy difícil que le dé tiempo a conseguirlo. Pero, en el caso de que sea así, sí quiero solicitarle encarecida y humildemente un par de cosas. La primera es que no se vaya de su pontificado sin habernos dejado la casa bien limpia y presentable, para que no nos tengamos que seguir ruborizando al decir que somos católicos. La segunda se refiere a que consiga dejarnos las puertas abiertas para que podamos salir al mundo y quitarnos de encima la cerrazón a la que las jerarquías nos han tenido sometidos a los miembros llanos de la iglesia. Y para despedirme, ya que lo pidió en su primera intervención pública, le doy mi bendición para que no le falten fuerzas en cumplir su misión y en seguir los dictados de su conciencia.


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