domingo, 11 de diciembre de 2011

ADVIENTO... sí pero ¿a quién se espera?

Estamos en ese tiempo que en la liturgia católica se llama adviento porque se espera a alguien que viene. Se me ha antojado hacerme la pregunta de a quién se espera en realidad y, lógicamente, para qué se le espera. Hay una respuesta religiosa sabida por todos porque es como la versión oficial que se da por supuesta. Pero puede que poco a poco está quedando reducida, mal que les pese a muchos, en una disculpa para tener fiesta o en un adorno más de los eventos al uso. De ahí mi pregunta y lo difícil de la respuesta, porque la trayectoria social nos va haciendo ver que estas fiestas navideñas están dejando de ser religiosas para dar paso a cada vez con más descaro a ser la gran fiesta del consumo, de los compromisos, de los gastos inútiles pero obligatorios y de mil cosas más que se nos puedan ocurrir a este respecto.

Pero yendo al fondo de la cuestión se me ha ocurrido hacerme esta otra pregunta ¿Alguna vez ha sido auténticamente cristiana ?  Creo que para contestarla habrá que remontarse en la historia para recordar cómo se impuso la fe cristiana a golpe de poder en  todos los territorios del imperio. En una parte del mismo  se celebraban las fiestas familiares y en otras el solsticio de invierno, cuando los días comenzaban a ser más largos. Fue común de aquella época y luego de la Alta Edad Media el disfrazar los eventos, lugares de culto y los ritos denominados paganos con títulos y advocaciones propios del cristianismo. En este caso el solsticio de verano con sus hogueras es la fiesta dedicada a S. Juan y el solticio de invierno el dedicado a Jesús por su nacimiento. Quizás se esté descubriendo a marchas forzadas que, en la medida en que las sociedades se van secularizando, va saliendo a flote el sustrato popular de estas fiestas y se va perdiendo el barniz religioso que se les dio hace siglos. Por muy fuertes que sean todos los barnices tienen su fecha de caducidad y entre ellos los impuestos por una religión mantenida desde los poderes públicos y eclesiales.  

En la fe, como en la persona y en las sociedades, lo que permanece son los convencimientos profundos que surgen de dentro y los transmitidos de forma natural, lo impuesto por obligación o por miedo tendrá siempre poco calado y menos recorrido. Me alegro mucho de que haya personas y comunidades que sepan vivir ambos sentidos de la Navidad en armonía. Lo único que nos queda es aceptar que estas fiestas son principalmente para la familia y para que afloren los buenos sentimientos, al menos una vez al año. Queda, de todos modos, un problema por resolver. En la medida en que se ha ido perdiendo el sentir religioso se ha ido disparando el bombardeo consumista, por lo que los medios se están convirtiendo en fines y las celebraciones propias del momento quedarán sepultadas en paquetes, bultos, alcohol ... y en todo tipo de excesos. Creo que muchas veces en vez de estar esperando la Navidad estamos deseando que pase de puntillas sin que nos enteremos. De verdad, ¿a quién esperamos?

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