sábado, 26 de febrero de 2011

QUÉ MUNDO ESTE

Esta semana he recibido una carta de la Fundación Vicente Ferrer en la que me informaban de las últimas novedades de Anantapur. Junto a ella me ha llegado una carta con noticias del niño que tengo apadrinado. Me ha dibujado la típica casita con unos garabatos debajo que, se supone, son su firma en carateres indios. La principal noticia que me da el organizador es que Mahesh, que así se llama, ha aprovechado bien los estudios y ha superado los exámenes semestrales. Acude con regularidad, igual que su hermana Indu que está en 3º, a la escuela pública y, además, a las escuelas de refuerzo de la Fundación. Esta les garantiza todos los materiales escolares que necesitan durante el curso. Parece ser que sus padres trabajan de jornaleros, lo que supone un notable nivel de pobreza.



Es impresionante la lucha de la Fundación por erradicar el sistema de castas en la India, que condena a los dalits a vivir en la miseria, apartados y discriminados, y les impide el acceso a los servicios más básicos. Su principal esfuerzo está dirigido a la formación y a elevar el nivel de estudios de los jóvenes dalits y, en especial, entre las chicas. Un voluntario de Bilbao ha organizado una curiosa campaña para conseguir financiar 500 bicis. Con ellas será posible que muchas niñas se puedan desplazar hasta los centros de estudio y así tengan acceso a la enseñanza secundaria. O sea, que allí todo esfuerzo es poco para conseguir asistir a clase y formarse.



Por una parte, uno siente una pequeña satisfacción porque, casi sin darse cuenta, está garantizando la promoción de esta gente. Por otra, me resulta deprimente e irritante, a la vista de esto, pensar que mañana me tengo que meter a repasar las listas de absentistas que figuran en nuestros archivos, a llamar la atención a familias que lo consienten y a intentar concienciar a una serie de adolescentes de que se están jugando el futuro. Hay que ver qué mal repartido está el mundo. Aquí que lo tienen todo no lo valoran e, incluso, no faltan quienes desprecian la enseñanza, allí, que les falta de todo, no escatiman esfuerzos para poder estudiar. De todos modos, esto no es más que la punta del iceberg, pero, si nos ponemos a escarbar, podemos encontrarnos con toda una población juvenil que nada en la abundancia de aparatos y de caprichos y que no tiene la mínima intención de esforzarse por su formación. Que Dios nos coja confesados si tenemos que encomendar el futuro de nuestra sociedad a esta caterba de encefalogramas planos que se creen que todo les va a venir dado o que van a resolver su vida haciéndose famosos en televisión.

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