domingo, 24 de noviembre de 2024

Lunes de senderismo 35

 


Lunes 18 de noviembre. Salida a Bolívar y Zenarruza: este año no ha llovido. Hemos agradecido ampliamente esta excepción que confirma la regla de que en ella llueva o diluvie. Dispusimos de un tiempo ideal para caminar: templado, sin viento y con nubes que nos libraron de sofoquinas. Tuvimos un comienzo un tanto azaroso . Una oveja se perdió del rebaño y el pastor solícito salió en su búsqueda, pero fue tal su enredo que, por un segundo, ambos estuvieron a punto de quedarse sin rebaño. Menos mal que nos tocó un chofer amable. Habíamos cambiado de línea para evitar el paso por Durango y el hospital, pero a la vuelta al grupo que no se quedó a comer no nos quedó otra que cogerlo y sí que se hace más largo. 


Bajamos en Iruzubieta y allí no hay pérdida para coger el camino de Santiago, que transita en medio de prados hasta que desemboca en los alrededores del núcleo urbano de Bolívar. Pasamos por delante del museo del insigne libertador, pero siempre lo encontramos cerrado por aquello de ser lunes. Como novedad vi una estatua de cabeza sobre una columna alta, que no había visto la vez anterior que hicimos esa ruta. En la plaza hay solo un monumento conmemorativo y recuerdo que hace tiempo había otra estatua de medio cuerpo bastante más grande. Al llegar a la iglesia nos aposentamos en el pórtico para comer el hamaiketako con tranquilidad aprovechando los bancos. Antes de reanudar la marcha se le advirtió al personal de las dos maneras de completar el recorrido y las dificultades que entrañaban: el Vía Crucis o la carretera. Solamente siete personas optaron por el asfalto y la mayoría nos lanzamos al empinado sendero que llega hasta las tres cruces que guardan la entrada a la colegiata. Nos llevamos una gran decepción por el estado lamentable en que se encuentra: faltan cruces, donde había algunos peldaños hay socavones y tenía más zonas resbaladizas. A la vuelta quedamos en bajar todos por la carretera.


Antes de entrar nos esperamos en la entrada para juntarnos todos. Una vez que llegaron los más lentos y los de la carretera, se sacaron las fotos de grupo en las escaleras al pie de las tres cruces, que es otra de las tradiciones fotográficas de este grupo. Una vez dentro, cada cual fue a su aire visitando la iglesia, el claustro y los alrededores. Los jardines y las campitas estaban radiantes a la luz del tímido sol que se había asomado, así que no nos resistimos a sacar otra foto con un bosquecillo, vestido de otoño, de fondo. También es tradicional  aprovechar la ocasión de contar con un minúsculo wc, para alivio del personal, pero no con la tiendecilla de recuerdos que también está cerrada por la maldición de los lunes. De la misma, fuimos descendiendo con toda tranquilidad y llegamos a Iruzubieta esta vez por la carretera. Allí mismo tomaron el camino de Santiago a la inversa los siete que se iban a quedar a comer en Markina, siguiendo por la margen izquierda del Artibai.


Es ésta una de esas salidas largas, en las que echamos tanto tiempo en el viaje como en el camino, pero que, a pesar de que resulten algo pesadas, es de agradecer que nos lleven a lugares señalados o a entornos especiales. En éste pudimos contemplar una impresionante colegiata en un estado impoluto con un ambiente sereno y acogedor, sabiendo que los monjes cistercientes, venidos del monasterio navarro de La Oliva en los años 70, se encontraron con un edificio a punto de quedar en ruina total. Yo tuve la oportunidad de conocerla en su estado ruinoso y no dejo de emocionarme cada vez que entro en ella. Ahora bien, considerando que la vida monacal tiene en marcha la cuenta atrás para su caducidad, cabe preguntarse quién y como va a mantener ese precioso patrimonio, como tantos otros que ya han corrido peor suerte. Espero que nosotros aún podamos seguir disfrutando de él cuando dentro de unos años volvamos a visitar este magnífico entorno. Lo que no podemos asegurar es si nos vamos a encontrar con un Via Crucis restaurado, porque me temo que eso no les corresponde a los monjes.


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