miércoles, 11 de diciembre de 2024

¿En qué quedamos?

 


Estamos ante esas fechas inevitables, en las que parece que tenemos que ser generosos y se nos recuerda que hay personas que están en una situación, económica y social, menos favorable que la nuestra. Sobre todo se subraya la situación de los niños. Nunca entenderé ese concepto tan manido de la pobreza infantil con la que políticos o personas relevantes se llenan la boca, como si los padres estuviesen en buena situación y los niños no. De este modo se obvian dos problemas adyacentes, que la pobreza es de la familia en la que te ha tocado nacer y que siempre que des algo al niño o niña los que reciben el dinero o los regalos son los mayores y no tenemos garantía de cómo lo van a utilizar. Tratándose de ayudas económicas, en más casos de los que imaginamos, se las gastarían en otros asuntos y puede que algo les llegaría a los menores. Lo que acabo de decir parece cruel, pero he conocido casos así a lo largo de mis trabajos profesional y de voluntariado.


En el área de cultura del ayuntamiento de Barakaldo se ha instituido un día al año del llamado "Rastrillo solidario". Desde el comienzo de curso hasta diciembre en los colegios de primaria se organiza una recogida de juguetes usados. Se van seleccionando y preparando para su venta, todo ello auspiciado por el AMPA de cada centro. En un sábado de diciembre cada centro escolar monta  su caseta y los propios niños venden los juguetes guardados a precio de saldo. Todos los años se sacan unas cantidades notables de dinero con el que se prepara un cheque para entregar a una entidad social. Este año -32.292€- ha sido para el comedor social de Cáritas en Barakaldo. A parte de la labor educativa que se desarrolla dentro de este proceso, tanto en valores como en sensibilidad social, está claro que se da una formación, a través de la segunda oportunidad de vida de los juguetes, de consumo responsable y de respeto al planeta evitando una cantidad notable de desechos y frenando el consumismo.


En estos días nos estamos desayunando con que  Cruz Roja y otras entidades están montando campañas de recogida de juguetes, ojo, nuevos a la salida de los comercios al estilo del banco de alimentos. Nos están metiendo al respecto unos sermones de cuarta sobre los valores del juego en los niños, la dignidad los más desfavorecidos que no tienen el mismo derecho a tener juguetes nuevos como los demás... Estos son unas disculpas ideológicas para quedar bien o hacerse publicidad. En realidad algunas entidades benéficas que en otros años anunciaron la recogida de juguetes o de ropa se encontraron de golpe con unas cantidades desbordantes de material, pero, a veces no tenían sitio para almacenarlo ni capacidad humana para seleccionarlo y distribuirlo. Al final las asociaciones dedicadas a la recogida de enseres acababan llevándose la mayor parte. Clubs como el Athletic o el Bilbao Basket van a regalar peluches a discreción sin más criterio que por ser Navidad y que a los niños les hace ilusión, pero no dicen que siguen buscando seguidores en las nuevas generaciones.


Todos los valores que se están inculcando en contra del consumismo desenfrenado y a favor de  la producción sostenible, quedan fuera de este planteamiento. En mi humilde opinión tiene mucho más valor un juguete de segunda mano en buenas condiciones que le ha costado a la madre cinco euros, que otro que le viene al niño envuelto en celofán y llovido del cielo. Lo que no ha costado nada vale, es un aforismo antiguo que sigue teniendo vigencia En mis tiempos de trapero de Emaús, cuando una tienda de ropa hacía limpieza y nos daba los sobrantes, sabíamos que la mayoría de esos vestidos acabarían en el reciclaje por se iban a quedar sin vender, mientras que tenían mucha más salida los de segunda mano, bien seleccionados por supuesto. Dejó escrito nuestro entrañable Ceferino del Olmo que las grandes palabras, solidaridad, generosidad, justicia, dignidad... solo consiguen valor cuando aterrizan en la cruda realidad. Y es que se pueden usar razones y discursos loables pero, si no pasan por el tamiz de lo concreto y no responden a unos objetivos sólidos y contrastados, acaban siendo demagogia y, en algún caso, de lo más ñoño.