Eso, por el amor de Dios, en qué galimatías nos están metiendo. No salimos de una y ya ha comenzado la siguiente. Y no me refiero solo a las olas de la pandemia, más bien a los despropósitos que estamos soportando por parte de autoridades y representantes políticos. En estos momentos, por si la angustia que supone estar escuchando estadísticas de defunciones en todos los informativos no fuera poco, uno tiene que aguantar la sensación de que no sabemos en manos de quién estamos. Se supone que los entendidos dicen lo que conviene hacer para que los responsables públicos lo organicen y lo hagan llegar a la población. Sin embargo, nos da la sensación de que ahora son los políticos los que mandan a los profesionales lo que tienen que decir. Claro, es que estos buenos señores y señoras solo entienden de esos bichos y solo se preocupan de salvar vidas de ancianos y de otras personas débiles que no aguantan un catarro. No son capaces de tener en cuenta la economía, los negocios o el cabreo de la población, que no faltan los que pretenden casi amotinarse, se saltan las normas y atacan a los agentes del orden público.
Y así están los que nos dirigen, nadando y guardando la ropa a la vez, ante las protestas de los sectores afectados y la exigencia de confinamientos o medidas más drásticas por parte de los responsables de los servicios médicos. A ese lío hay que añadir lo de que unos dicen que tiene que ser el gobierno central el que tome medidas, otros que las autonomías. Por supuesto, en cada autonomía se esgrimen propuestas distintas, no siempre conformes con la realidad que les toca administrar y siempre se buscan excusas para echar la culpa a otros, cuando la situación les supera o quedan patentes sus lagunas en la organización de los servicios de su competencia.
Por fin se nos lanza una buena noticia: ya hay vacunas. Pero al minuto siguiente la buena noticia se convierte en otro fiasco más, con el que aumenta el volumen de ruido en la jaula de grillos de la política española. Antes de empezar unos se quejan de favoritismo, otros que no les llegan la vacunas prometidas. Unos van muy lentos por falta de organización o escasez de personal, otros por aquello de reservar vacunas para la segunda dosis. Éstos se levantan en armas porque en la segunda remesa les van a dar menos. De repente aparecen denuncias que señalan a cargos políticos que se han colado para vacunarse cuando no les correspondía, incluso generales. También aparecen casos de un hospital que está vacunando a su personal jubilado con las disculpa de que le sobran, cuando todo el mundo se queja de que no llegan suficientes. Lógicamente el personal hace cuentas y supone que puede haber muchos más chanchullos que no han salido a la luz. Y es que la picaresca hispana va en nuestro ADN.
Para terminarlo de rematar, resulta que ahora una de las farmacéuticas avisa que manda menos vacunas de las contratadas, además de los retrasos que ya había tenido. Nos dicen a posteriori que donde ponían que había cinco, podían salir seis, pero, como muchos no tenían las jeringuillas adecuadas, las sextas se iban a la basura. El gobierno italiano ha denunciado ante los tribunales a la tal farmacéutica y la Unión Europea también está en ello. Vaya, que la farmacéutica es inglesa y esos tienen en su ADN la piratería de Drake. Así que con este panorama tan desmotivante, más el derrumbe económico que nos anuncian para el 21, a los que sobrevivan al virus les va a matar, o les va a hacer la vida imposible, la depresión o el hambre. Lo dicho: por el amor de Dios ¿no nos podían poner este inevitable trago un poquito más fácil?