Este sábado pasado Orencio no podía acompañarnos, así que Juanjo y yo pusimos rumbo a Karrantza sin un plan definido. Al llegar al centro del valle decidiríamos si ir a Salduero por Peñalta o a la Maza de Pando. Por fin nos optamos por la primera opción. En mala hora, porque este chófer metió la pata, creyéndose perito en los vericuetos de los valles encartados, y llegamos al destino con más que considerable retraso, lo que condicionó que no pudiéramos completar el programa previsto. Llegamos al llano de Salduero, que estaba impresionante y que parece que tiene también turberas, pero no a la cumbre. De todos modos, en una mañana perfectamente despejada pudimos disfrutar de la amplia panorámica que ofrece la cumbre de Peñalta, además de la visión privilegiada sobre el valle de Karrantza y su alrededores.
Hicimos la ascensión siguiendo unas indicaciones que nos alejaban de la ruta que hicimos la vez anterior que estuvimos por aquí, pero que nos llevaba directamente a la famosa buitrera protegida. Como se puede ver en las fotos, Juanjo se hinchó a fotografiar a los buitres, aunque yo solamente he puesto una selección. A pesar del calor con que amenazaban los augures meteorológicos, tuvimos una ascensión bastante fresquita bajo el hayedo que cubre la mayor parte de la ladera. Arriba, a pesar de estar a campo abierto, corría cierta brisa que ayudaba a caminar sin agobios. Cuando llegamos a la gasolinera, nada más abrir la puerta un manotazo de bochorno me llevó a la realidad, me fijé al salir y el coche ya marcaba los 31.
En el hayedo me llamó la atención un haya que era todo un ejemplo de cómo los seres vivos nos agarramos a la vida sea como sea. Me sugirió una reflexión que he publicado en mi facebook