Me quedé el otro día gratamente sorprendido al escuchar de viva voz las declaraciones del presidente de la gran patronal, señor Rosell. Naturalmente me alegré no por sus contenidos sino porque por fin hay un pez gordo que dice en alto y sin cortarse un pelo lo que piensa y lo que le gustaría que se hiciera de ahora en adelante. Lo dicho, alguien dice lo que siente sin tapujos ni vergüenzas ni intentar dulcificar las cosas. O sea, alguien dice la verdad de lo que está por pasar, si nadie lo remedia. En primer lugar negó con toda contundencia y descaro que hubiese tanto paro como dicen las estadísticas oficiales, porque éstas son un desastre y no ofrecen ninguna garantía. Parece que este señor y nosotros vivimos en mundo distintos, o, además de las estadísticas oficiales, también mienten los medios de comunicación que nos pasan testimonios e informes de empresas y comercios que cierran, sin contar la cantidad de gente que se ha quedado sin recursos de protección.
El señor Rosell, y con él supongo que la CEOE, afirmó a continuación que tiene una fórmula infalible para acabar con el paro. Nada de reformas laborales, nada de convenios colectivos que marquen mínimos salariales. El empresario tendrá libertad de contratar como le convenga por horas, por días y por la cantidad de dinero que le parezca oportuno sin que se tenga que ceñir a ninguna norma de carácter general ni a mínimos salariales. Claro que el señor Rosell no ha inventado ninguna fórmula porque lo que propone es volver sin más a las penosas condiciones laborales de los tiempos de la revolución industrial. Todo lo que se refiera a respetar los derechos y las garantías laborales de los trabajadores quieren borrarlo del mapa y dejar el terreno despejado para hacer y deshacer sin que nadie se meta por medio. A eso lo llaman que haya empleo, pero no quieren ver que ese supuesto no supone más que legalizar una explotación descarada. Ese tipo de empleos, que no llegan ni a los llamados basura, no va a traer sino más penuria y destrozo de las clases sociales con menos recursos y un debilitamiento notable de las clases medias. Tampoco se han parado a pensar que la falta de seguridades y la escasez de recursos que su propuesta generaría, puede repercutir negativamente en el consumo y en el crecimiento económico general.
Puesto en declaraciones, al señor Rosell se le calentó la boca y la emprendió con el denostado estamento funcionarial. El quitaría a todos los funcionarios porque lo único que hacen es gastar papel y teléfono. Eso queda muy mediático y, de entrada, puede conseguir que resulte una propuesta populista. Pero lo que se descubre debajo de estas declaraciones es, una vez más, las verdaderas intenciones de la gran patronal. Los funcionarios son los garantes del funcionamiento del estado en todos sus niveles, a parte de que haya unos que cumplan debidamente sus deberes y otros que no pasen de ser unos chupatintas, como los hay en el resto de la sociedad. Si le sobran los funcionarios, le sobra el estado, es decir, todo lo público. Lo único que quieren es su libertad de hacer y deshacer, pero no solamente en la empresa sino en el resto de la sociedad, sin ninguna obligación social ni tener que rendir cuentas a nadie. Este es el proyecto de la CEOE, como he dicho antes, volver a las condiciones sociales de los tiempos de la revolución industrial. Eso sí aparentando que son ellos los que van a acabar con el paro. Todo esto resulta lamentable e insultante en el momento de penuria que nos está tocando vivir. De todos modos es de agradecer la sinceridad y la desfachatez del señor Rosell porque así sabemos el resto de los ciudadanos a qué atenernos y con quién nos estamos jugando los cuartos.