El lunes 6 de junio hemos tenido la última salida programada para este curso. El miércoles 15 haremos el cierre con un paseo conjunto con los del martes alrededor de la ría por los paseos de Bilbao. Esta vez el recorrido ha sido de lo más variado y un tanto exigente. Ya advertimos de que era de dificultad media y se notaron ausencias de algunos senderistas incondicionales. A las 9 nos juntamos en la estación de metro de S. Ignacio para coger el tren a Plentzia. En estos momentos Metro Bilbao anda de reajustes, así que habían cambiado los andenes para cambiar de línea. A pesar de que lo habían anunciado por el interfono de los vagones, un nutrido grupo siguió la rutina y se iba para el andén inutilizado. Y es que, entre que no se distingue bien lo que dicen y que el personal está de cháchara intercambiando las primeras impresiones del día, muchos no se dieron por enterados.
La primera parte del recorrido consistió en seguir el paseo que va bordeando la ría de Plentzia hasta terminar en el hospital de Gorliz. Hicimos la primera foto de grupo en el puerto recreativo y comprobamos que ya estaban poniendo al día los bajos de algunas embarcaciones. Para mí fue una sorpresa comprobar las mejoras del paseo alrededor de la playa conservando las dunas y mejorando los accesos. Al hospital le habían lavado bien la cara y le habían puesto ilustraciones en los muros. Nunca dejo de admirar la estampa imponente de un edificio de esa envergadura y lo costoso que debe ser su mantenimiento por su exposición a las sacudidas de los vientos del mar. En su día, destinado a la telasoterapia, fue un avance de los servicios médicos.
A partir de aquí comenzó la segunda etapa que ya apuntaba maneras de empinar la calzada. Hasta el faro de Cabo Billano hay piso asfaltado lo que facilita el esfuerzo, pero hay algún tramo que exige clavar bien el bastón. A partir de aquí creo que estábamos todos pendientes de Marilo que se nos había presentado con total decisión para acabar y para disfrutar del recorrido y de nuestra compañía. Tuvo que tomar aire un par de veces, pero la vimos mejorando en forma, lo que convirtió la preocupación inicial en satisfacción final por su recuperación. En el faro nos encontramos con un grupo de escolares de primaria que estaban haciendo la típica excursión de fin de curso, propia de estas fechas, visitando las baterías de costa. Nosotros nos sentamos para dar buena cuenta de nuestras viandas, eran las once pasadas y llevábamos hora y media tipi tapa. Entre bocado y bocado comentamos el tema de la salida conjunta. A pesar que lo propuesto por los del martes no era del agrado de la mayoría de los que hablaron, se dio más importancia a no romper la convivencia entre los dos grupos. Ya he comunicado a la coordinación el modo de trayecto que se propuso.
Etapa tercera, monte puro y duro. Senda estrecha, abundante vegetación, salto de vallas, piso irregular excepto algún tramo de hierba y 300 metros de desnivel hasta el buzón de la cumbre del Ermuamendi. Nos fuimos parando para acompasar la subida y no romper el grupo, pero hay que reconocer que, aunque parece un monte pequeño, es exigente y habíamos partido del nivel del mar. Se celebró ampliamente la llegada a la cumbre y emprendimos la bajada, que no tenía nada que ver con la que recordaban los veteranos llena de barro. Hubo los irrintzi de rigor y durante un buen rato el caminar estuvo amenizado con canciones tradicionales, una gozada. Nos estábamos distanciando en grupos y yo estaba preocupado por si había algún despiste en los cruces.
De repente Marilo, que iba en nuestro grupito de en medio, nos hizo observar que llevaban un rato sin cantar y que parecía que se habían parado los de atrás. En efecto, echamos mano de los móviles para comunicarnos y sí, se habían parado porque alguien había extraviado la chaquetilla con móvil incluido. Después de un rato de espera, nos comunicaron que se ponían de nuevo en marcha. Los dos primeros grupillos llegamos con bastante antelación a la hora de salida del bus que debía llevarnos de vuelta a Plentzia, tanto para los trece de rigor que se quedan a comer, como para los que íbamos a coger el metro. Al llegar a Armintza nos encontramos a Antón que había ido por su cuenta y estaba esperándonos. Ya nos había advertido que sus rodillas no están para una bajada así.
El remate de la salida fue el pequeño lío que nos montamos todos a cuenta de los perdidos que habían perdido el camino para encontrar lo perdido. Me dieron un teléfono para hablar con ellos y cuando lo cogieron no entendía nada. Les oía hablar pero no lo hacían conmigo, sino con otra gente, que, al parecer les orientó para que volvieran hacia el faro. Resultó ser la mejor solución, porque no iban a llegar a coger el bus en Armintza y porque la chaquetilla estaba a unos metros del faro. Al final solo fue una situación un tanto tensa, pero que pasará a la historia del grupo como una anécdota más para hacer unas risas el día de mañana. Que todos los problemas tengan una solución así. Tuvimos suerte los del metro porque llegamos un minuto antes de que arrancara y los de la comida no tuvieron tanta porque, al parecer, lo de la bonoloto no les va a dar para un crucero.