Día 27 de febrero. Despedimos el mes cojo en medio de terribles amenazas de nieve a nivel del mar, vientos tremendos y frío glaciar que consiguieron achantar a bastantes senderistas ¡Pero no fue para tanto! Mal empezamos, porque en el cartel anunciador estaba mal señalada la parada de bus. Nos dimos cita, por tanto, en Beurko Berri y acudimos solo 19, ni valientes ni desaprensivos, simplemente que sabemos capear los temporales. Y nos salió una mañana bonita con diversos momentos que no supusieron problema alguno. Ya en la playa, oteamos el horizonte y optamos por el programa previsto sin recurrir al plan B. Sacamos la primera foto de grupo al arrancar para animarnos y para dar un poco de envidia a los que se habían quedado en casa. Es verdad que al atravesar el puente de acceso a Pobeña el viento nos dio fuerte. Es por ese paso por donde hacen más daño los temporales. Las escaleras famosas, que nos obligan a respirar más fuerte y a controlar el paso, sirvieron para entrar en calor.
En la vía verde hasta Ontón tuvimos tramos con viento y otros a socaire. Desde la playa pasando por los acantilados, el mar nos estuvo ofreciendo el canto continuo de sus olas movidas por el viento y el espectáculo de las espumas, que les dibujaban borreguitos en alta mar y formaban pozos de algodón al romper en las rocas. Nos refugiamos debajo de la autovía al final del trayecto para dar cuenta de nuestras viandas, aunque algunos buscaron refugio en otros recovecos. A ratos nos cayeron pequeños chaparroncitos de esas bolitas que ni son granizo ni son copos de nieve, y ni siquiera nos obligaron a abrir los paraguas. Quedaron en una mera anécdota para felicitar a AEMET por haber acertado que iba a nevar a nivel del mar.
Antes de llegar a Kobarón pudimos comprobar que están trabajando para mantener vivos los edificios que aún quedan en pie pertenecientes a la empresa minera. Una buena iniciativa del gobierno vasco dedicada a la conservación del patrimonio industrial. Es importante dejar constancia de cómo fue nuestro pasado, para que los que vengan detrás conozcan a quienes deben las oportunidades que disfrutan hoy. Tomamos el Camino Txikito después de un corto paso por la carretera de salida hacia El Haya, que resulta algo incómodo. Algunos se alegraron de haber hecho el recorrido porque no conocían esa zona: la vaguada que lleva hasta el barrio de La Rigada y, después de atravesar la N-634, llegar hasta la casa donde vivió de casada la Pasionaria, con el famoso lavadero ilustrado que evoca sus históricas funciones. Bueno, y no tan históricas porque alguna senderista dijo que a ella le había tocado de niña lavar en esas mismas condiciones. Lo que hay que pasar hasta llegar a estas edades
Esta ladera permite tener una visión casi completa del valle de Muskiz con Petronor al fondo. El final del descenso nos dejó al pie del colegio concertado Somorrostro, donde pudieron coger el bus a Bilbao las de Cruces. Los que quisimos volver a casa llegamos con cinco minutos de adelanto a la parada del que sale de la playa. Este día fuimos más que los que se quedan a comer, once a ocho, y es que algunos tenían la cita imperdonable con nietos. Es lo que tiene la vida de jubilado. A propósito, los comensales siguen impenitentes provocando a la suerte para no sé qué cruceros y no escarmientan, qué le vamos a hacer.