Este último domingo de vacaciones ha hecho una mañana de primavera radiante. María y yo hemos aprovechado para hacer un paseo costero, por aquello de terminar de cargar pilas ya que mañana vuelve a clase. Hemos dejado el coche en el fuerte de La Galea y hemos recorrido la costa bordeando los acantilados hasta Sopelana. A la vuelta hemos bajado a la playa de Azkorri por la carretera de acceso y, tras pasear al runrún de las olas, hemos retomado el camino de vuelta, subiendo por el sendero que trepa en el acantilado del fondo. Hemos vuelto por el camino cementado y casi había que pedir permiso para pasar. Ya eran cerca de la una y el personal ya se había echado a la calle.
No es mi costumbre pero me he fijado en un par de carteles de esos explicativos que se ponen en sitios interesantes y me he encontrado con dos informaciones que me han sorprendido. La primera se refería a los acantilados de Getxo, en cuyos pliegues se puede leer algo de la historia de la formación de la Tierra. Siempre me habían admirado pero resultan que son únicos para entender el período lecitense, del que yo no tenía noticia -ni sé si se escribe así- pero que debe ser muy importante para los entendidos del tema. Está bien tener presente que aquellos movimientos hicieron posible el que nosotros podamos vivir ahora aquí y admirar la majestuosidad de sus huellas.
La segunda es la que más me ha sorprendido. hemos venido muchas veces a la playa de Azkorri a jugar cuando Irene era pequeña y siempre me había llamado la atención esas rocas que parecían una amalgama de cantos rodados y arena. Hay trozos sueltos a merced de los golpes de las olas y hay también una gran parte de la playa asentada sobre ellas. Un pequeño cartel entre árgomas nos informó de las rocas de "arena cementada". Cuál no fue mi sorpresa al ver ese título: qué tenía que ver el cemento con la playa o si resultaba ser un símil. Pues no era un símil. Según el cartel las escorias y los lodos industriales que se vertieron, durante casi un siglo de actividad industrial incontrolada, a poca distancia de la costa, se habían mezclado con la arena. Uno de los principales componentes de los mismos eran los carbonatos con los que se fue formando esta arena cementada.
Recuerdo perfectamente a los ganguil de AHV salir hacia Punta Galea para abrir las compuertas y soltar la porquería. En el museo marítimo han reconstruido los restos del último de ellos. Recuerdo también las "tortas" de escoria que traían lo trenes de los hornos altos e iban haciendo rellenos con ellas, robando terreno a cañaverales y dunas. Hoy me ha venido con ello a la memoria aquel dicho de mi abuelo, un viejo lobo de mar: el mar devuelve siempre lo que no es suyo. En efecto el pasado ha quedado cementado para siempre en esta zona de nuestra costa. Todo un recuerdo de algo que no se debería haber hecho nunca. Igual que el color oscuro de ellas y de parte de la arena que ha recogido los residuos de lo que sueltan los barcos para limpiar fondos. No quiero pensar lo que no es difícil que pase si el mar acaba devolviendo también otras materias más peligrosas que se han encerrado en sus fondos o los restos de las perforaciones o las porquerías y cloacas que se han vertido en él.
Creo que el pasado sigue y seguirá pasándonos facturas por mal pagadas o por las chapuzas que hayamos intentado enterrar. Esas facturas pueden ser personales, y allá cada cual con su conciencia, pero otras no tienen que ver nada con lo que hemos hecho, porque nos ha tocado pagar justos por pecadores al recibir unas herencias envenenadas, como las que nos han dejado aquí. Justo es que evitemos, en lo que esté de nuestra mano, que las próximas generaciones hereden un país tan deteriorado como el que recibimos. Según estas dos informaciones, el pasado siempre queda marcado en la tierra. Espero que nuestras huellas no queden marcadas en plástico o en materiales así.