Vaya, por fin estamos sintiendo el otoño. Tras una primera parte que más ha parecido una prolongación del verano, tenemos la suerte de que nos llegue lo que toca en esta etapa del año. Era curioso ver en nuestra casa de Quintanilla que todavía las margaritas tuviesen flores o que aún no haya tenido que retirar las camisas de manga corta hasta estos días. Hoy he visto y he disfrutado en Barakaldo de una mañana de lluvia continua, porque me ha hecho recordar cómo llovía aquí tiempo ha, de un manera suave y constante. Ayer en la tele vi cómo en la zona mediterránea había temperaturas de treinta grados y un bañista entrevistado se lamentaba de la mala suerte de los gallegos que solo tenían lluvia. No me gustaría generalizar, pero me da la impresión de que esa frase podrían suscribirla una inmensa mayoría de ciudadanos. Como me viene bien para mis intereses particulares, es bueno el tiempo o lo que sea. Cada vez me preocupa más que se tenga unos intereses y una visión de tan corta distancia. El personal no se da cuenta, o no quiere ver, de que estas situaciones anómalas lo único que producen son desajustes peligrosos. Luego vienen las sequías y, para rematarlo, las danas, o lo que sean, con inundaciones como contrapartida
Nos hace falta el otoño. Es un buen revulsivo para sacarnos de la empanada veraniega y para que no olvidemos el equilibrio necesario de nuestro sistema. Como casi todo en la vida, necesita movimiento. La comodidad y la quietud son apuestas muy arriesgadas, aunque sean lo que más nos puedan apetecer, o si no que se lo digan a los médicos que nos recetan andar hasta para curar catarros. El viento ha sido tremendo, quizás demasiado fuerte, pero nos ha movido bien el ambiente para que no se nos quede la contaminación agarrada al suelo. El mar se ha puesto serio y ha marcado sus límites. No se ha pasado, nos hemos pasado los humanos metiéndonos en su territorio, igual que en los cauces secos. La naturaleza necesita esos cambios para mantenerse como es, aunque algunos sean más desagradables o incómodos que otros.
Esta noche voy a llamar al viento sur, que nos ha azotado de lo lindo, no solo para que arranque las hojas, sino también para que se lleve la contaminación de toda la palabrería que nos va a inundar estos días: insultos, descalificaciones, calumnias, brindis al sol, y tú más... Esos, a los que no vamos a tener más remedio que votar y no se lo merecen, querrán convencernos, a través de un sin fin de peleas de gallos en las que todo vale, diciéndonos y prometiéndonos cosas maravillosas. Lo que no nos van a decir son las medidas poco agradables para unos o para otros que haya que tomar para lograrlas y sus efectos no deseados. Son de los que piensan a corto plazo y con ganar están conformes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario